Siempre se había sentido orgulloso de su memoria detallista, pero había veces en las que consideraba ese "don" como un castigo, y esa noche no era distinta, volvía a repetirse una y otra vez que se estaba matando mientras conectaba una vez más los cables de su proyector a la laptop. Ya era como la quinta vez en esa semana que lo hacía. Llegaba la noche, la soledad y el insomnio se unían y danzaban en su contra, llevándolo a quedarse mirando una y otra vez videos que una vez había filmado. Le gustaba eso, de hecho estudiaba Cine, pero la tortura sistemática en la que se ponía desde hacía prácticamente un mes y medio era demasiado. Verlo, recordarlo. Tratar de sentir ese calor que alguna vez le hizo sentir bien no era sano, pararse frente a una proyección buscando entrar dentro de ella, encontrándolo como lo más estúpido que alguna vez había hecho. Sentirse tonto al buscar sentir el dolor en el pecho y las lágrimas quemándole los ojos y empaparle las mejillas. Y ahí empezaba la proyección.
Lo veía. Sus cabellos oscuros cayendo sobre su delicado y anguloso rostro. Esos ojos oscuros que todavía le causaban escozor cuando los miraba fijo a pesar de no ser los reales. Su piel blanca. Su elegante figura, su increíble sonrisa. Y su voz. Podía oírlo en aquellos videos que no había editado con música. Se agradecía y se odiaba por ello. Un video tras otro le hacía estar más cerca de la pared, como si de esa forma pudiera estar con él. Una vez más. Pero ya no podía, no era imposible, pero... ya no podía soñar tanto. Y ese era el momento en que cerraba sus ojos y apretaba los dientes, porque los recuerdos atormentaban su mente, y lo hacían sentir débil. Moría un poco más por dentro. «ChanYeol» Levantaba la cabeza, sólo para encontrarse con la imagen grabada de su ex pareja hablándole, y no precisamente a él, que lo veía ahora, si no a su él que lo estaba grabando en ese mismo momento. «¿Me estás filmando?» Preguntaba, y ChanYeol sólo sonreía como un tonto, porque recordaba lo obvio que se veía cuando filmaba a su novio. «¿Soy lindo?» Agregaba esa figura en la pared y ChanYeol, al unísono con su yo del video pronunció:
—Eres hermoso, SeHun.
Y SeHun sólo reía tímidamente, y se ocultaba con las sábanas blancas de su cama. Y ChanYeol lloraba, porque recordaba lo lindo que era dejar la cámara sobre la mesa de luz para tirarse encima del chico y besarlo hasta arrancarle una carcajada de esos lindos labios rosados. Recordaba y moría. Trataba de olvidar y moría el doble. Pensó en la cantidad de veces que quiso pintar las paredes del estudio para no tener dónde proyectar, porque sabía que era muy cuidadoso con su proyector y no lo sacaría del taller, pero cada vez que iba a moverlo, una punzada en el pecho le decía que no lo hiciera. Y cada vez que iba a pintar el muro, terminaba rayando cualquier otro. Tres paredes estaban atestadas de dibujos, de todos los colores y formas, menos uno que permanecía tan blanco que parecía como si le hubieran puesto una capa nueva de material. Y ahí se torturaba por horas, como si fuera Alex De Large sometiéndose a la técnica Ludovico, pero a él ni le hacían falta las pinzas, porque ni cerrando los ojos se libraba de las imágenes.
Ahora la pared se teñía de tintes verdosos. Podía recordar a la perfección ese día que habían ido de excursión a la montaña. SeHun y la naturaleza no se llevaban muy bien pero, Dios, qué hermoso se veía entre las flores y las verdes hojas. Su piel blanca se veía aún más pálida sobre aquel césped tan verde. Pero lucía hermoso. Como un ángel. Y se veía a sí mismo besándose con él, ambos en el agua, jugando y disfrutando del hermoso atardecer. Y se besaron. ChanYeol apartó la mirada, porque podía sentir cómo sus labios ardían por la falta que sentía de esos perfectos labios, de ese preciado calor.
¿Por qué lo dejó? Esa era la pregunta que más se hacía, ¿qué tenía el otro? ¿Era más lindo? ¿Más rico? ¿Le daba más amor? ChanYeol aceptaba que no era un Don Juan y que tenía una posición media alta económica pero en cuanto amor... en eso no se andaba con pequeñeces. Si él amaba, era en serio. Y sabía que había dado todo por ese chico de piel blanca y ojos oscuros, ¿qué podía decir si fueron los mejores años de su vida? Se habían conocido cuando todavía iban al secundario, y cuando ChanYeol se mudó al centro, SeHun lo visitaba con mucha frecuencia. Fueron amigos hasta que SeHun lo besó. Y ChanYeol correspondió. Al principio pensaron que era todo por costumbre, por quererse tanto como amigos y que un pequeño besito no venía mal de vez en cuando. Pero ninguno podía vivir lejos del otro, y SeHun se terminó mudando con él, y los besos estaban a la orden del día. Y no sólo eso. Se descubrieron en todas las formas en que una persona se puede descubrir en otra. Y estaban felices con eso. Porque ellos ya no querían esas "noviecitas" de la época del secundario, ellos se querían entre ellos y a nadie más. Pero el diablo metió la cola, y los hermosos años que pasaron juntos se los llevó al carajo cuando SeHun se dejó llevar por otro. Y ChanYeol sufrió. Días sin dormir ni comer, días en los que se mantuvo alejado de todos, y mirando sus videos. Un cineasta amateur que se consumía en su propia creación. Ese idiota sonriente se convirtió en una persona fría, no quería estar cerca de nadie. No quería más heridas. Se armó una coraza y sólo la rompía para dejarse herir él mismo con el recuerdo. Y sí que dolía.
Sehun bailaba en otro video, y ChanYeol sólo se abrazaba a sus rodillas y lo miraba. Siempre había adorado la forma en que su estrecha cadera se movía de un lado al otro, y la forma en que siempre le hacía bailar con él. Ahora la imagen le hacía ver que había dejado la cámara sobre un mueble y estaban los dos bailando frente a ella, y el mayor no tenía ni idea de cómo hacerlo, pero ahí iba su pequeño en rescate. Y bailaban The lazy song de Bruno Mars hasta que el mayor se tropezó con sus propios pies y cayó sobre su menor. Y se reían a carcajadas. Ellos reían, y el ChanYeol real sólo sollozaba. Ahora que se habían vuelto a poner de pie, bailaban lo que parecía ser un vals, pegados, mirándose a los ojos. Se sonreían y se decían de todo con sólo mirarse. Porque así eran ellos, con sólo una mirada podían decirse todo. Se conocían tan bien que se comunicaban tanto con palabras como en silencio. Era un amor tan dulce, tan puro.
Otra vez había llorado tanto que la filmación ya había terminado. Estaba hecho un ovillo, abrazándose a sus rodillas mientras hundía más y más su cara entre las mismas. Sollozó, como si de esa forma pudiera arreglar todo, como si de esa manera SeHun viniera a cuidarlo como antes. Pero ahora estaría viajando a Japón con su otro mientras él se derrumbaba en la soledad. Se sentía como gasolina y cada vez que se ponía a ver sus videos, encendía la llama que provocaba un incendio voraz en su interior, que cada día lo consumía más y más. Se estiró, echándose de espaldas contra el suelo y miró el techo. Eran seguro más de las tres de la madrugada pero alguien tocó la puerta. Él frunció el ceño y se preguntó si habría hecho mucho escándalo con su llanto y habría llamado la atención de los vecinos. Se puso de pie como pudo y caminó con pereza hacia la entrada, no sin antes darse un vistazo por el espejo del baño, secándose las lágrimas que todavía quedaban en su rostro. Lucía tan patético con su remera sin mangas negra, el pantalón deportivo gris, el pelo despeinado y el rostro rojo, denotando que estuvo llorando un buen rato. Suspiró y anunció que ya iba cuando sintió que volvían a golpear.
Podría haberse esperado a la recepcionista con una libreta llena de quejas por el ruido excesivo a las tres de la mañana, o a la vecina de al lado preguntándole si se sentía bien, pero realmente no esperaba encontrarse eso al abrir la puerta. No esperaba encontrárselo a él. Esos eran sus ojos, los mismos que hacía un rato había estado mirando, esa piel tan blanca seguía fiel a su níveo color. Sus rosados labios se le antojaban tan perfectos como la primera vez que los había visto. Era él. «SeHun...» Susurró. Definitivamente, tenía que serlo. Su mirada se llenó de todos los sentimientos que había estado ahogando en lágrimas durante tanto tiempo. Y supo que esos ojos lo miraban de igual manera, nadie más que él podía leer esa mirada y sabía que no mentía, ese dolor y ese grito de perdón era lo más sincero que había visto en muchísimo tiempo, sabía que lo necesitaba. Se necesitaban. No dudó en abrazarlo, y los delgados brazos de aquel muchacho rodearon con tanta fuerza su figura que supo que todo lo que habían pasado había sido un error por parte de los dos. Algo que nunca debería haber pasado pero pasó, ¿para qué? Luego se encargarían de averiguarlo, pero ahora sólo querían estar ahí abrazados. Al fin SeHun volvía a pisar su departamento, a oler el perfume de su ChanYeol, volvía a dormir en la misma cama que él. Y el mayor finalmente dejaría de torturarse con videos del pasado para ver esa hermosa realidad que volvió a tocar su puerta. Porque ambos podrían haber esperado que la oscuridad se los tragara y los separara para siempre, pero uno decidió no olvidar a pesar del dolor, y el otro, se dio cuenta de que todo lo que necesitaba estaba ahí, entre esos brazos que lo sostenían con fuerza, en esa voz que llamaba su nombre con tanta dulzura y en esos ojos que le miraban como si fuera el ser más perfecto del universo entero. Finalmente, se habían encontrado.
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Fire meets gasoline
Romance¿Qué hacer cuando no puedes sacar de tu mente a la persona que te ha hecho más feliz en tu vida? ¿Qué hacer cuando esa persona te ha sacado de la suya? El mundo puede (y es) extraño. Park ChanYeol lo sabe a la perfección. Un día era el hombre más fe...