Los magníficos ojos grises de Asloug escrutaban el denso bosque verde que rodeaba su aldea, en busca del mínimo movimiento. Hasta que de repente advirtió que un par de hombres a caballo se acercaban cada vez más rápido, perseguidos por el Rey de Uppsala y Orebro junto con su hijo, el príncipe Ragnar y su guardia personal. En cuanto pudo, la valiente Aslaug cogió su arco y flechas y monto a su caballo negro. Rápida y ágil como una flecha se encamino hacia los visitantes con la intención de darles la bienvenida que se merecían. Derribó a los dos ladrones y se acerco al rey y su hijo.
-¿Qué hacéis por aquí? Sabéis que no sois bienvenidos, ninguno de los dos. – Les gritó Asloug mientras se bajaba de su caballo.
-¡No te alteres mujer! Solo estábamos persiguiendo a estos dos ladronzuelos, pero ya veo que te las apañas muy bien tú sola. – Le dijo el Rey nórdico a la guerrera.
-Sabes perfectamente que tenéis prohibido cruzar el bosque, sean cuales sean los motivos, no queremos gente como vosotros por aquí. – Contesto la joven, echando veneno por su dulce boca.
-No permaneceremos dónde no se nos quiere ni romperemos ningún tratado, solo cumplía mi deber como rey. – Explico el viejo rey, sin muchas ganas de seguir discutiendo.
-Por eso mismo es mejor que os vayáis por donde habéis venido, y espero no volveros a ver.- Contesto Asloug mientras se montaba en su corcel negro como el carbón y veía como el rey y sus sabandijas se adentraban en el bosque.
Cansada después de una guardia tan larga y agitada, desmonto a su caballo y se centro en asearse un poco y descansar. Tumbada en la cama observaba como iba amaneciendo poco a poco, mientras sus ojos se iban cerrando.
Ya era por la mañana, entraba el sol por la ventana y se iluminaba el pelo cobrizo de Asloug, mientras esta permanecía recostada en la cama. Poco a poco se fue despertando con el jaleo y barullo que se formaba cada mañana en la aldea. Era hora de despertar. Al abrir los ojos lo primero que vino a la mente de a muchacha fue la guardia de ayer. ¿Qué hacia el Rey nórdico en el bosque? ¿Por qué perseguía a esos hombres hasta el punto de poner en peligro el tratado? No tenía respuestas, y tampoco estaba segura de querer obtenerlas. Su único cometido como guerra y guardiana era vigilar el bosque e informar de cualquier suceso extraño, y por eso mismo acudió al jefe de la aldea. Le informo de lo sucedido la noche anterior, y este decidió doblar los turnos de vigilancia.
El día siguió su curso y rápidamente llego la noche. Esa noche también le tocaba hacer guardia a Asloug, y mientras la joven miraba las estrellas y comía pan, de entre las sombras del bosque apareció un hombre. Este era alto y fuerte, robusto y empuñaba un hacha , la cual resplandeció bajo el brillo de la luna. La guardiana asustada desenvainó su espada, preparada para un combate, pero fue sorprendida cuando la luz de la luna ilumino el rostro del supuesto atacante. No podía creérselo, el joven príncipe había vuelto.
-¿Qué haces por aquí? Creí que ya os había dejado claro a ti y a tu padre que no os queríamos volver a ver por nuestras tierras.- Dijo Asloug.
-Vengo en son de paz, ya que ayer mi padre no te agradeció que dieras muerte a esos malhechores y yo no tuve la oportunidad de decir nada.-
- Yo solo cumplí mi deber, que es proteger y vigilar la aldea, no hay nada que agradecer.- Contesto amargamente ella.
-De todos modos gracias, fuiste de gran ayuda.- Confeso el joven príncipe.
-De nada, pero ahora largo de aquí o me veré obligada a avisar a el jefe de la aldea y romper el tratado.- Advirtió Asloug.
-Tranquila, no será necesario, pero tú y yo volveremos a vernos.- Susurró Ragnar mientras se escabullía entre las sombras.
No podía ser, otro encuentro extraño con ellos, sus enemigos. Esa noche la joven guardiana iba a tener mucho en lo que pensar.
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REYES DEL NORTE: LA CAÍDA DE LOS DREKKAR. PARADA
Historical FictionAsloug, la perdición de un rey, de un reino.