Primera consigna: Verano

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El verano.

Una temporada sencillamente maravillosa para mucha gente. Gente que ama el sol, que no le importa que la camiseta se les pegue al cuerpo por el sudor, que aún lleva el entusiasmo de la primavera a flor de piel.

Pero, las grandes multitudes siempre son ingenuas. No hay otra explicación posible para que a tantas personas les guste la peor época del año.

Shirotani había escuchado antes a personas en la oficina que, durante el invierno, murmuraban cándidamente: "qué ganas que llegue el verano, no haría mal algo de buen tiempo", ¿qué podían considerar "buen tiempo" esas pobres criaturas?

El calor durante el verano era espantoso, el clima húmedo lo hacía más insoportable. Durante el verano no se podían apreciar las flores de cerezo (tan características de abril) ni el cambio de hojas que sucedía en otoño. No es que él las apreciara tampoco, se reunía tanta gente a verlo, que le daba pánico quedar atrapado entre esa masa humana y todas sus bacterias. No le desagradaban las personas en sí, pero el contacto con tantos desconocidos no era algo que desease.

Aunque había algo peor. Peor que las calles atiborradas de gente y turistas sudorosos paseando impúdicamente por todos lados. Peor que los días largos y las noches demasiado cortas como para descansar bien.

Los gérmenes.

En lugares cerrados, los aires acondicionados están a temperaturas muy bajas y al aire libre, el infernal calor. No había que ser un genio para saber cuánta gente se enfermaría al entrar en alguna tienda después de una larga caminata bajo el sol.

Esta última parte, le provocaba escalofríos a Shirotani Tadaomi.

No era algo en lo que pensara con frecuencia, pero por alguna razón ocupó sus pensamientos mientras se preparaba para regresar a casa. Quizás tenía que ver con el mensaje que Kurose le envió apenas media hora atrás. Quería verlo y le preguntaba si no tenía nada que hacer el fin de semana.

"Kurose-kun".

Dejó escapar un suspiro. Desde que lo había conocido, su vida había dado un giro de 360° grados. Se suponía que Kurose le ayudaría a superar su misofobia, al fin y al cabo era su terapeuta, pero las cosas se salieron de control y evolucionaron rápidamente.

"¿Para convertirse en...qué?" se dijo haciendo girar una pluma entre sus dedos enguantados. A veces cuando pensaba demasiado en algo, comenzaba a sentir unas ganas irresistibles de lavarse las manos como si hubiera tocado algo sucio.

Todo en el mundo estaba sucio. Eso también lo sabía.

Echó la cabeza hacia atrás como reprochándose esos pensamientos. Echó un vistazo a la pequeña hoja de papel donde tenía su lista de las diez cosas hacia las que sentía rechazo. Había logrado superar algunos puntos con la ayuda de Kurose, pero en ocasiones como ésta sentía que no avanzaba en lo absoluto.

Quedaron en el restaurante de siempre, Shirotani llegó primero. Se detuvo un momento delante de la puerta, al final se quitó los guantes y tiró de la manija con las manos desnudas. Aún resultaba incómodo, pero ya podía hacerlo sin correr a lavarse las manos después.

Casi inmediatamente después de tomar asiento escuchó como la puerta se abría y supo que se trataba de Kurose antes de mirarlo. El pelinegro siempre lo miraba fijamente y de alguna forma podía sentir esa mirada estoica como el resto de su expresión. A veces le hacía sentir como si fuera un insecto en observación.

-Lamento la tardanza -Se disculpó Riku mirándole directamente a los ojos. Una duda recurrente para Shirotani siempre había sido cómo era visto a través de los ojos de Kurose. Hasta ahora no estaba seguro de ello.

En verano la noche es más cortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora