Juventud

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Hoy me desperté triste, debo haber llorado mientras dormía, quizá sea el otoño, los dos árboles ya no tienen hojas y ha comenzado a hacer frío.
Durante todo el día he tenido la sensació de que algo me falta, como un aire de ausencia, no sé...
No debería quejarme, ya que soy una privilegiada. Vivo en la zona urbana, lo más residencial, en un edeficio de 180 pisos, rodeado con cerca perimetral de rejas y matas espinosas que le dan un toque de naturaleza al cual mediante un control remoto desde el interior podemos intensificarle el verde. Los edificios linderos, también altos como agujas, buscan el cielo solo con vistas a las medianeras.
Mi departamento de 18 metros cuadrados, está equipado con cortinas celulares de supervisión lumínica y transmisores de sonido ambiental que llega a todos los espacios. Soy una afortunada, poseo vivienda, trabajo y una lata de comida procesada de cinco kilos que debo racionalizar durante los siete meses que faltan hasta que se me entregue el bono para retirar el tarro siguiente y los litros de agus exactos para sobrevivir. Tengo 163 años biológicos, aunque en apariencia física no supero los 30. A mi único hijo (no podemos tener más de uno) hace unos 50 años que no lo veo, al pobre no le alcanzó el dinero para un modestísimo ambiente en el antiguo desierto del Sahara y se vio obligado a tomar una parcela lunar a un precio accesible porque carece de energía geotérmica.
Ni él, ni yo podemos afrontar el gasto del transbordador espacial para visitarnos. Y sí, el progreso ha exigido sacrificios y la juventud eterna tiene sus costos. La vida se ha transformado en una prueba agotadora para conseguir espacio, comida, oxígeno, agua y energía.
Por suerte, hoy me toca tener el sintetizador de memoria. Me gustaría que fuese solo mío, pero es un dispositivo tan caro que tuve que aceptar compartirlo con Nicolas, mi vecino. No sé como describirlo, es una pequeña pantalla unida a una especie de vincha que se coloca sobre la cabeza para que aparezcan imágenes que uno no quiere olvidar, porque tanta juventud eterna y tanta tecnología, no han podido aún con la enfermedad del Alzheimer que nos persigue desde tiempos remotos.
El problema fue seleccionar que queríamos recordar y que podíamos guardar los dos juntos, ya que no tenemos una vida en común y la capacidad del dispositivo es limitada, como la del cerebro.
Estuvimos de acuerdo en poner la cara de nuestros respectivos hijos, que si bien nunca envejecerán, nosotros corremos el riesgo de olvidar. En ciertas cosas básicas no dudamos y cargamos un compilado mínimo de nuestra historia familiar. Sin discutirlo, pusimos la noticia del descubrimiento de la eterna juventud, eso es más o menos de la época en que nosotros nacimos, allá por el 2050, según las cuentas que sacamos. Nicolas quiso grabar un tema de "Los Redondos", una banda antiquísima que le gustaba a alguno de sus ancestros, allá en la prehistoria de la tecnología y que no logramos entender.
Yo elegí guardar una imagen de un animal muy antiguo que se llamaba perro y otra de un árbol frondoso que no parece real y que miro durante horas cuando me toca tener el sintetizador de memoria.
Pero aún así sigo triste y no sé por qué, tal vez se deba a que todavía, a pesar de mi eterna vida, hay cosas que quiero recordar... sin embargo no sé cuales son.


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