Fragmentos de un alma enamorada.

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Esa tarde tal y como Alex acostumbraba, se preparó para tomar la siesta pero para su suerte no pudo lograr su cometido. Su corazón deba zancadas que a su paso le cortaban la respiración y un ardor profundo recorría su cuerpo. Lo único que escuchaba era su nombre, ese nombre que hacía que todo dentro de ella diera un vuelco. Justo en ese momento se sintió presa entre los sueños y la realidad, se dio cuenta de que la extrañaba de todas las maneras que era posible extrañar a alguien, que extrañaba de ella hasta las partes que no había llegado a conocer. No solo extrañaba cada centímetro de Rose sino que también sentía una profunda necesidad de ella, de sus caricias, su amor, sus besos. Deseaba escuchar su voz, sentirla tan cerca que no existiera espacio entre sus cuerpos, deseaba escucharla decirle en susurros que la amaba una vez más.

La tarde transcurrió como esperaba y esa noche se quedó dormida entre sollozos inaudibles que inundaron una vez más el recuerdo de lo que para ella fue su mas grande amor.

Así fueron pasando los días para Alex, entre llantos inaudibles y sufrimientos escondidos porque no tenía siquiera la libertad de expresar todo lo que sentía. En ocasiones pensaba  que no tenía nada que perder si le contaba todo a alguien pero ella no quería que nadie supiera y no porque tuviera miedo sino porque sentía que si lo hacía, Rose, no sería solo de ella y no quería compartirla con nadie en el mundo. Así llevaría esos recuerdos y sus más profundos sentimientos hasta el día de su muerte.