En un lejano rincón del mundo, vivía un hombre solitario en una humilde choza en las afueras de un reino, acostumbrado a una vida de privaciones y sufrimientos.
Se había quedado solo hacía mucho tiempo y nadie lo visitaba. Se sentía muy deprimido y había dejado de comer y acostado en su mísera cama decidió dejarse morir.
Sintiendo que su última hora se aproximaba le pidió a Dios que antes de morir le revelara la razón de la existencia, ya que él nunca le había visto ningún sentido a la suya.
Esa noche, mientras dormía, se cumplió su deseo; y en sueños vio al Supremo que se acercaba a él y se sentaba a su lado, dispuesto a conversar.
Le sorprendió observar que era su vivo retrato hasta en la vestimenta, porque sólo llevaba puesto unos viejos harapos.
Casi podía asegurar que era él mismo, de no haber sido por el halo de luz que lo rodeaba.
- Vine porque sentí que querías preguntarme algo importante, le dijo Dios.
- Si, me doy cuenta que no me queda mucho tiempo en este mundo y quería saber el propósito de esta vida que para mi ha sido tan difícil.
- Quiero que sepas que esta vida es una oportunidad que te ofrecí cuando naciste, para que la disfrutaras hasta el fin de tus días.
- Vaya oportunidad que me diste, la de vivir una vida de privaciones y sufrimientos. De haberlo sabido y si hubiera podido decidir, hubiera preferido no haber nacido.
- Eres un ingrato, porque a todos los hombres les doy lo mismo, una vida para vivirla de la mejor manera.
- Vamos, no digas eso, hay grandes diferencias, al rey le diste mucho más que a mi que casi soy un mendigo.
- Veo que por estar enfermo no te has enterado de los sucesos ocurridos en la corte. El rey fue asesinado, y yo solamente soy el que sabe que fue su propio hijo el que lo mató para arrebatarle el poder y acceder al trono.
- Otro motivo para pensar lo absurdo de esta vida, la tragedia de un hombre todavía joven, poderoso y rico que teniendo todo, pierde la vida, aunque hay que reconocer que tuvo una vida placentera.
- Mira, no me eches la culpa de los errores humanos. Yo no puedo hacer más que ayudar a la humanidad pero solamente si me lo piden.
- Pues yo no he hecho más que trabajar como un buey mientras fui joven y ahora de viejo he llegado a pedir limosna para no sucumbir de hambre, mientras te rezaba a ti todas las noches.
- Tus mensajes siempre fueron contradictorios y nunca pude saber bien lo que querías, por lo que llegué a creer que tú tampoco lo sabías.
- Yo siempre creí en ti y estaba esperando que me mandaras las señales, pero tú nunca te hiciste ver, sólo ahora vienes cuando ya es tarde.
- Las señales siempre estuvieron frente a ti cada minuto de tu vida sólo que tú no las veías; no puedo darles el don de la vida a todos con un manual de instrucciones bajo el brazo cuando nacen; porque los hombres quieren tener libre albedrío.
- Pensándolo bien, tienes razón, me siento como si estuviera hablando conmigo mismo, porque en el fondo siempre supe lo que tenía que hacer, pero no tuve la fortaleza suficiente para tener fe en mi propósito y me pasé la vida mirando para otro lado.