Texto III

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Las ganas de vivir van disminuyendo. Las noches de insomnio van aumentando. Los problemas van creciendo y los sigo metiendo en esa cajita de la esquina. Mi mirada sigue perdida en la oscuridad de la noche. Las lágrimas siguen collendo por mis mejillas. Los recuerdos y los problemas inundan mi mente. En ese momento, me doy cuenta que ya no soy la niña que era antes: esa que lo único que le importaba era que su padre le enseñara trucos de fútbol, esa que reía a carcajadas, esa que si le insulban les daba una torta a quien fuera, esa que nunca sufria por nada. Ahora soy una mujer, una mujer que hecha de menos ser lo que era antes. Una mujer que no tiene nada que ver con aquella niña, que a cambiado por completo; ahora, lo único que me importa es llegar a casa y poder estar sola, esas carcajadas ahora son sollozos, ahora si me insultan solo me rompen un poquito más, si es que se puede ronper algo que ya esta roto. Ahora si sufro, y mucho. Ya no duermo, ya no siento nada, solo dolor, angustia y vacio. Todas las noches han sido iguales estos tres años; con lágrimas, sangre y con una cuchilla en la mano. Hasta que me dí cuenta que no servia de nada cortarme, que me iba sentir igual, que solo me iba a satisfacer cinco minutos. Me dí cuenta que solo me iba a atormentar más de lo que estaba, que cada vez que viera mis cicatrices recordaría el pasado y que por más que me cueste superarlo, asi no iba a hacerlo. Vale, eso me da satisfacción pero no me da la paz que necesito, no me da esa felicidad que tanto busco. No me da lo que necesito.

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