Lina Valentine

Luna de vida

Mi primera vida o la primera que recuerdo, fue mucho antes de la religión, era un tiempo donde los que se veneraban eran los elementos, la naturaleza y los astros, todavía no creíamos en dioses o seres omnipotentes, creíamos en nosotros mismos y lo que la naturaleza nos enseñaba. Los árboles, montañas, ríos y espíritus que en ellos residían eran nuestros maestros y la tierra era la guía de todos nosotros, aunque yo siempre la preferí llamar Gaia desde la primera vez que logre escuchar ese nombre muchas vidas después.
En esta vida los nombres eran otorgados por nuestros maestros, desde mucho antes de nacer. Nosotros no teníamos reyes ni gobernantes, pero si un guía y ese era mi padre, su nombre era Atardecer y él era el séptimo hijo del guía anterior. Los espíritus siempre decían que el séptimo hijo tenía más poder que cualquier otro y siempre era verdad, pero yo no fui séptima hija, por el contrario, yo fui hija única, algo muy raro en ese tiempo y no fue lo único extraño, mi nacimiento lo fue aun más. Mi padre me contó que nací durante el invierno para despertar en primavera, durante el cambio de estación en medio del baile de los espíritus del agua cerca del lago de la luna, nací durante la luna llena y cuando por primera vez forme parte de este mundo, los espíritus del agua me tomaron de los brazos de mi madre y me llevaron hasta el reflejo de la luna en el lago y un destello que era entre azul y plateado me ilumino. Mi padre dice que fue todo un espectáculo, pero nunca lo he podido ver con mis propios ojos, parece que fue algo que solo me sucedió a mí y a nadie más. Gaia me nombro Luna de vida, pero Aguamarina, quien tomo el lugar de mi madre cuando esta murió a pocos días de mi nacimiento, siempre me llamo solo Luna y para mi ese es mi nombre.
En ese mundo todo aún era mágico y veíamos más con el corazón que con los ojos. Aguamarina me enseño que los colores que veía alrededor de las personas se llamaba aura, y esa aura me podía decir mucho de ellos, pero que principalmente la usábamos para curar, pues siempre tenía una forma extraña en las heridas o cuando alguien estaba enfermo, sin embargo también existía algo que solo se podía percibir hasta que alguien lo usara y dejara ver su color, ella le llamaba energía, y la energía era lo que nos enseñaban a usar desde pequeños. La concentrábamos en los ojos para distinguir mejor el aura o ver a distancia, en los oídos para escuchar mejor o los que tenían problemas para escuchar a nuestros, maestros para poder oírlos, en el cuerpo para curarnos o para mejorar nuestra habilidad física. Una vez cuando era muy pequeña le pregunte si no la podía usar en la boca para mejorar nuestras palabras, pero ella con una gran sonrisa solo dijo "Eso no es posible mi pequeña, las palabras se mejoran solo con sabiduría y la boca es algo que se debería usar solo para comer, cuando quieras decir algo dilo con el corazón, nosotros no necesitamos palabras para hablar" por primera vez note que ella nunca abría la boca para hablar y luego vi que ningún espíritu lo hacía y que ni los árboles, los ríos o las montañas tenían boca. En ese momento no podía entender cómo podían hablar con nosotros, pero a medida que fui creciendo lo hice. La energía era mucho más que una herramienta que podíamos usar para mejorar, también era una extensión de nosotros mismos y es ella quien comunica lo que pensamos cuando lo queremos a quien queremos.

Cuando tenía siete me aleje de Aguamarina siguiendo un sonido muy extraño, era algo que nunca antes había escuchado, pero era tan hermoso y relajante que solo quería saber de qué se trataba. Camine durante horas, nunca hubiera pensado que algo que se escuchaba tan suave pudiera estar tan lejos, pero al final encontré una persona de cabello muy claro y orejas un poco largas recostado a un árbol a la orilla del rio, él parecía tener mi edad y algo pequeño que tenía en las mano era lo que creaba ese hermoso sonido. Sin pensarlo me acerque y le pregunte como era que creaba ese sonido, pero antes de darme cuenta yo estaba en el piso siendo apuntada con una lanza y un escudo de agua que había creado inconscientemente me protegía.
-¿Quién eres y que haces aquí?- pregunto el joven en lo que yo seguía confundida.
-Soy Luna y no pude evitar seguir el sonido que hacías.
-¿Hablas de la melodía que estaba tocando?- dijo bajando su lanza y ayudándome a ponerme en pie. -¿De verdad la has podido escuchar?
-Melodía, lindo nombre para algo tan maravilloso- dije con una gran sonrisa sin poder quitarle los ojos a la pequeña cosa con agujeros que tenía él en las manos.
-Esto es una ocarina- levanto el objeto para que lo viera mejor –es mi instrumento de viento preferido. Por cierto, mi nombre es Plata, ¿eres realmente una humana?- pregunto algo inseguro.
-¿De qué hablas, no lo eres tú también?
-No, yo soy un elfo- dijo con orgullo y antes de que yo pudiera preguntar a que se refería, llego Aguamarina.
-Luna, ¿Por qué te has ido tan lejos? Estaba muerta de la preocupación.
-Lo siento Acua, no quería preocuparte, solo me deje llevar.
-Gusto en verte de nuevo Aguamarina. – viendo con más cuidado al joven que estaba a mi lado Acua se lanzo a abrazarlo.
-¡Príncipe Plata, no sabía que estaban por esta zona! ¡Me alegro tanto de volver a verlo! ¿Cómo ha estado su madre, que tan cerca están los demás?
-Estamos a menos de una hora de distancia, mi madre piensa que este podría ser un buen lugar para vivir.
-Vamos a visitar a la reina elfo mi pequeña Luna- decía mientras me ofrecía su mano para ir a verla. En ese tiempo yo no sabía que significaba reina o príncipe, pero Plata y su madre parecían tener un lugar especial en el corazón de Acua, así que no dude en querer conocerlos mejor. Durante el camino el joven y Acua se pusieron al día con todo lo que había pasado desde la última vez que se habían visto, pude entender mucho de lo que decían, pero cuando mencionaban palabras como instrumentos, Yggdrasil, espadas y muchas otras cosa, no lograba entender nada, es divertido pensar que esas palabras ahora sean tan familiares para mí.