Estábamos las dos ahí, acostadas en el césped verde del patio de su casa, me sentía en el paraíso, el sol alumbraba sus ojos, su cabello, su cabello se movía por aquella brisa que había.
Me miro y sonrió.-Escapemos de aquí, las dos, juntas.
Ahí estaba de nuevo su sonrisa, la sonrisa que tanto me gustaba, la única sonrisa que quería ver el resto de mis días.