Capítulos del 1 al 3

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Capítulo 1: "Llamaradas ardientes"

Era de noche, aproximadamente las doce. Los niños ya se habían acostado y David me esperaba en la cama. Tenía frío, las manos dormidas, a penas las sentía.

Una pequeña lamparilla iluminaba la estancia. Entré en la habitación corriendo, me eché las sábanas por encima que me rozaban como un velo sobre mi piel morena. De pronto, unas manos me agarraron del pecho.

Los pequeños pelillos de sus manos me hacían cosquillas pero yo me mantenía en silencio.

Poco a poco mi camisón blanco y azul turquesa había acabado en el gélido suelo. La pequeña luz de la lamparilla nos iluminaba, nuestras sombras se juntaban y separaban en un continuo movimiento. Pasados unos diez minutos mi sombra se encontraba encima. Un pequeño sudor recorría su espalda mientras yo se la besaba y acariciaba. Su voz dulce y amistosa pronunciaba ¡Jane! ¡Jane! pero yo seguía moviéndome. Pasados de nuevo otros diez minutos, las sábanas también habían acabado en el suelo y yo había empezado a ver fuegos artificiales de colores cálidos.

Mi marido paró un momento y me susurró algo al oído; se acurrucó en mi pecho y yo le acaricié la frente. Su pelo estaba mojado y también su cuerpo, pero yo no lo rechacé. Un segundo movimiento continuó al poco tiempo, pero esta vez fue distinto, él estaba de pie y yo de rodillas. Un rato después volvía a estar debajo. Sentí como fluidos recorrían mi interior. Ocho meses y veintidós días después habría nacido mi hija, Donna.

Capítulo 2: Joven y hermosa.

Era una tarde de verano, muy calurosa la verdad. Megan se encontraba en el patio, tumbada sobre la refrescante y mojada hierba. Su largo vestido negro se iba humedeciendo poco a poco, y ella se estiraba bostezando. Enoc se hallaba junto a ella cogido de su mano.

El trino de los pájaros hacía más amena aquella tarde. Megan le preguntó: -¿Me seguirás amando cuando yo no sea joven y hermosa?- y él la contestó: -Nunca dejarás de ser joven ni hermosa, pues yo estaré a tu lado, hasta mi último suspiro-

Enoc la besó tiernamente y la cogió en brazos; ambos entraron en la casa. Los dos acabaron desnudos y finalmente se unieron en uno. Arropados únicamente con una larga alfombra la cara de Megan estaba despejada de su tosco maquillaje y el cuello de Enoc mostraba siluetas de carmín rojo.

Las sensaciones vividas por Megan aquella tarde no podían ser descritas ni por la misma. Enoc le acarició una oreja y le susurró: -Estaremos juntos para siempre- Por la mañana, cuando Megan despertó para preguntarle si la seguiría queriendo cuando ella no fuese joven ni hermosa, Enoc ya se había marchado.

Capítulo 3: Salvajes para siempre.

El sol se iluminaba en el lago y una fina brisa movía las espigas al compás de un vals. Jane se mecía en aquella rueda de camión atada por una cuerda al árbol viejo. Llevaba aquel vaporoso vestido blanco corto, descalza y con una sonrisa en los labios. Unas pequeñas gotas de lluvia bañaron aquel verde campo; ella corría a refugiarse en la cabaña.

David había preparado la comida, un poco mal hecha pero al fin de al cabo comestible. Después de comer, ambos se sentaron en una especie de sofá improvisado con dos cojines, Jane tomó un cigarrillo de su pitillera, lo encendió y ellos lo compartieron. También David preparó un par de copitas de whisky; las numerosas risas y los besos en el cuello y en el pecho acabaron por hacer una mañana muy completa.

Los movimientos fueron cambiando a lo largo de la mañana y la cara de Jane era iluminada como si de una luz celestial se tratase. Ella le arañó la espalda y le dijo "Seremos salvajes para siempre" fue aquella la última vez de todas en el matrimonio.

Aquella cabaña fue como una pequeña orquesta clásica en la cual el director era David y los instrumentos ellos mismos. David le dijo que le besase tiernamente y ella eligió su pecho. Ni siquiera Jane se había desprendido de aquel blanco vestido y David también conservaba sus pantalones. Vivieron casi ocho meses en aquella pequeña cabaña de los Andes. Mis dos hijos mellizos nacieron allí, y los nombré:

-André Pierre David Halliwell Black.

-Ahri Florence Elizabeth Halliwell Black.

Los amo más que a nada en este mundo, más, que a mi propia vida.

JaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora