Olía a champú de coco por todos lados, el vapor empañaba el espejo por completo y el ruido del agua caliente ayudaba a que los músculos de su cuerpo se relajaran, Laia apenas había sido consciente durante el combate de que había estado en completa y absoluta tensión.
Cerró el agua y se envolvió en una toalla antes de salir se la ducha. Entonces todo su cuerpo volvió a tensarse más incluso de lo que lo había estado antes.
En el cristal, dibujado en el vapor se podían leer unas palabras que poco a poco iban desapareciendo.
"Te espero esta noche en el lago.
Blake"
El mensaje desapareció poco a poco y Laia se quedó mirando al espejo, por un momento pensó habérselo imaginado todo, pero no era así, Blake había estado allí.
Salió del baño aún envuelta en la toalla y se encontró a su hermano sobre la cama. Le extrañó verlo allí, el nunca aparecía sin que ella lo llamara, era demasiado arriesgado, nadie podía saber que él estaba aún con ella.
- ¿Vas a ir?- soltó nada más verla aparecer.
La pregunta el principio la pillo por sorpresa. ¿Se estaba refiriendo a Blake? Quizás su hermano había visto el mensaje en el espejo.
No respondió a la pregunta, simplemente caminó hacia su armario para coger algo de ropa. Se vistió mientras su hermano seguí tirado en la cama jugando con algo que parecía una pequeña caja de madera con unos dibujos grabados. Cuando terminó de vestirse se sentó, aún sin pronunciar una sola palabra, observando a Ryder. Que seguía sin mirarla jugando que aquel objeto entre sus manos.
El chico había aprendido mucho en aquel tiempo que llevaba fuera de su cuerpo. Al principio le costaba mucho aparecerse para hablar con Laia y el esfuerzo le dejaba tan agotado que tardaba semanas en volver a verle.
Después con el tiempo fue acostumbrándose a su nueva situación, parecía hacerse más fuerte poco a poco. Se podía aparecer cuando quería, podía abrir y cerrar puertas... hasta que llegó al punto de poder coger objetos y moverlos. Más de una vez le había dado un buen susto a su hermana.
- ¿No vas a responderme?- Ryder alzó al fin la mirada hacia su hermana.- es una pregunta sencilla.
- Aún no lo sé.- dijo al fin después de pensarlo un momento.- no sé nada de él, no debería fiarme, pero me mata la curiosidad.
- ¿Ya has conocido a Sebastian y a Alex?- su mirada era ahora curiosa y so rostro muy serio.
- ¿Quién?
- Los tipos que te buscaban antes. No te fíes de ellos ni un pelo.- se hizo el silencio por un momento. Pero pronto Laia lo rompió superada por la curiosidad.
- ¿Qué es eso?- se refería a la pequeña cajita de madera con la su hermano había estado jugando.
- Digamos que es algo así como un regalo. ¿Quieres abrirlo?- Ryder la dejó sobre la cama y Laia la cogió con sus manos. Apenas pesaba y al moverla sanaba como si algo se moviese dentro.
- Eterbá.- susurró Ray y la tapa del pequeño trozo de madera se abrió.
En el interior había un hilo de cuero negro. Laia no sacó de la caja y pudo ver el objeto que colgaba de él. Era una figura simétrica, de un metal que ella no conocía. Tenía seis puntas colocadas tres a cada lado y que, por parejas, eran iguales en longitud. Laia nunca había visto antes algo parecido.
- Es una llave.- Dijo Ryder respondiendo a una pregunta que nadie la había hecho.
- ¿Qué abre?
- Lo sabrás en su debido momento.
Alguien comenzó a golpear insistentemente la puerta en aquel preciso instante. Laia se levantó para abrir encontrándose al otro lado una mirada furiosa y heladora.
Eliot estaba al otro lado de la puerta, mirándola como nunca la había mirado, parecía un chico completamente diferente al que ella había conocido.
- Te están esperando. Más te vale darte prisa, no pienso ser tu niñera.- no se molestó en decir nada más. Se giró y se marchó por el enorme pasillo desierto.
Laia volvió al interior de la habitación y buscó con la mirada a su hermano, pero él ya no estaba allí.
Sobre la cama estaba la cajita de madera cerrada de nuevo. La agitó y pudo comprobar que el objeto seguía dentro, Ryder lo había dejado allí para ella. Susurró aquella misma palabra que le había escuchado a su hermano <eterbá> y la caja se volvió a abrir del mismo modo que lo había hecho antes.
Ella cogió entre sus dedos el cordón de cuero y se colgó el objeto al cuello mientras caminaba hacia la puerta de su habitación y salía al desierto pasillo. Le extrañó no encontrarse con nadie, normalmente aquellos pasillos eran un continuo ir y venir de gente que salía y regresaba de los entrenamientos.
Se encaminó hacia la planta baja siguiendo la misma dirección que había tomado Eliot apenas un par de minutos antes. Bajó las escaleras y allí en el fondo, esperándola junto al último escalón estaba su hermano. ¿Qué estaba haciendo él allí? Era demasiado peligroso, se estaba arriesgando a que alguien lo viera.
- Están todos en el salón de ceremonias esperando. Date prisa y...Laia... ten cuidado, tengo un mal presentimiento. – antes de que Laia pudiese decir nada Ryder desapareció, como siempre sin previo aviso.
Junto a las escaleras había una enorme puerta de madera tallada que había sido conservada de entre los restos del antiguo castillo que había en aquel lugar. Estaba barnizada con un tono marrón oscuro y los dibujos representaban un tema bíblico, la caída de los ángeles rebeldes liderados por Lucifer, figura que destacaba entre todas por ser más grande y tener un par de alas extendidas y en llamas.
A Laia aquella representación siempre le había parecido macabra, pues en lugar de la expresión de dolor que debía tener el rustro de Lucifer estaba una sonrisa que contrastaba con el resto de la imagen.
Al otro lado de la puerta se podía escuchar el ruido de las conversaciones y una tenue música sonando. Laia empujó la enorme puerta y esta comenzó a abrirse dejándola pasar. Todo al otro lado se quedó en absoluto silencio, todos la miraban. Se hizo un pasillo entre la gente que conducía hacia el centro de la sala donde Alister y los dos hombres corpulentos, Sebastian y Alex, la esperaban. Laia avanzó sintiendo el peso de todas las miradas de la sala sobre su espalda. Cuando llegó al centro de la sala se detuvo. Alister miró a su alrededor viendo todas las miradas clavadas en ella.
- Que estáis mirando que siga la fiesta.- las conversaciones volvieron a iniciarse poco a poco, pero Laia era consciente de que de vez en cuando algunos aún le dedicaban miradas furtivas.
El silencio volvió a hacerse absoluto de repente. Laia se giró hacia la puerta y pudo ver como Eliot entraba por ella, con todas las miradas puestas en él, y avanzaba hacia el centro de la sala.
- Bien, parece que ya podemos empezar.- dijo Alister dirigiéndose a los dos hombres corpulentos.- ¿podéis adelantaros e ir preparándolo todo? Yo llevaré a los chicos.