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Me levanté como otro día más. Era Viernes. Sonreí. Esta tarde la tenía planeada desde principio a fin. Hoy era tarde, tarde de lectura. Recientemente habían abierto una nueva librería en la ciudad. Y yo, acudí, acudí como si rutina fuera aquello. Aquel edificio era inmenso. Las puertas color púrpura destacaban por sus dibujos en relieve. Habían medias lunas grabadas. Y entre ellas destacaba un sol. Las estanterías podrían poseer unos tres quilómetros por no mencionar la altura de éstas. La recepcionista, o como todos llaman, la bibliotecaria te recibía con una sonrisa de oreja a oreja. Incluso si, estabas más perdido por el mundo de la lectura, te sugería qué leer.

Yo decidí coger "Las sombras de plata" cuya vida de una adolescente se va transformando en un caos cuando accidentalmente roba la manzana de plata prohibida. Suspiré y entregué satisfecha mi dinero a la mujer peliazul. Cuando salí de Greet's supe que esa a partir de ese momento sería mi librería favorita.

* * *

Y de pronto, un Lunes espantoso gritaba en mi interior.

Entré a clase, abrí la puerta del aula intentando ser sutil, pasar desapercibida. Me senté en la mesa y la profesora Jones comenzó a explicar.

Pero no antes de decirnos algo.

-Hoy, damos la bienvenida a dos nuevos chicos. -Se aclaró la garganta. -Jesús y Daniel Oviedo.

Estaba feliz, realmente, la vida me dio una oportunidad para hacer nuevos amigos. Ya que en toda mi vida nunca había tenido la sensación de tener a un amigo, esta era la oportunidad perfecta.

Los dos gemelos, eran morenos. Altos y delgados. Su barbilla remarcaba la figura de sus rostros. Sus cuerpos apuestos marcaban la diferencia. Sus ojos, eran marrones. Y la sonrisa era increíble. Las perlas pulidas de su boca hacían de ésta más bonita. Eran blancas, sorprendentemente muy blancas, casi tanto como la nieve, por no afirmarlo.

Tomaron asiento los dos. Ellos podían notar la maldad que escondía la profesora Jones. Y posiblemente lo habían notado desde que entraron aquí. Las chicas les lanzaban miradas de coqueteo con desesperación. Ellos las miraban con determinación, con rareza, con indiferencia.

Me puse nerviosa al notar unos ojos posados en mí. Volteé la vista minuciosamente. Era Carter, el chico que me gustaba desde que entré a parbularios. Me sonrojé.

Llenando mi vacío. {Gemeliers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora