Ella era una pequeña persona. Un grano diminuto, rodeado de muchos más. ¿Se notaba? No, no lo hacía. Ella estaba sola, prácticamente. Su cabello era rubio, desordenado, rebelde. Su estatura no le ayudaba. Ella no quería destacar.
Aunque fuese buena en deportes o cualquier actividad física, no lo hacía. Se paraba frente a las puertas del gimnasio, tiesa, quieta. Sola.
Miraba. Segundos pasaban. Justo en la hora del almuerzo.
Minutos. Nunca horas.
Meneaba la cabeza y seguía de largo, aplastando sus libros contra sí.
Simplemente, no podría ser vista.
No, no era una nerd. No era conocida como el mejor promedio, ni la sabelotodo. No era conocida.
Simplemente, iba de paso por ahí. Sin rumbo. Sin nadie a la espera.
Se sentaba. Se sentaba en la mesa vacía, la rayada. La mesa que era marginada. Como ella. Se sentaba ahí, viendo hacia los grandes ventanales que daban al patio del instituto.
Le gustaba ser así. Podía ser invisible, podía hacer lo que quisiese. Se pasó las manos por el rostro. El metal de las pulseras le presionó las mejillas, pálidas.
Sus ojos azules se quedaban quietos en ese paisaje. Al frente. A través del vidrio.
Se colaba entre los demás, o simplemente los empujaba, o era empujada.
Apretaba los puños y contaba hasta diez.
Solo eran empujones. Se supone que no debían verla, que no había atención puesta sobre su persona.
Podían chocar cuanto quisiesen con ella.
Aunque muchas veces sus puños llegaban a la altura de su hombro, listo alguno para dar el golpe.
Sentada contra la pared, escuchaba a las chicas y chicos. Se veía las manos y suspiraba.
¿Ella había hecho aquello?
El tipo se lo merecía. Se merecía más que una nariz rota.
Pero ella había perdido.
Ya no solo era la rubia de ropas negras y semblante serio.
No dejó de verse las manos.
Ella había sacrificado su invisibilidad por aquel escuálido castaño.
¿por qué por él?
Alguien se sentó a su lado.
Ahora no se sentaba y su pequeño cuerpo acaparaba un simple espacio en aquella mesa. Ya se había rendido con él.
Ahora solo eran dos puntos en la mesa de los marginados.
Con la condición de que estuviera alejado de ella. En la banca del frente. Sin taparle su vista.
Pero no podía evitar desviar la mirada.
Así, podía ver sus centellantes ojos verdes.
Y desviaba la mirada, cuando él se giraba a verla, porque ella había sido demasiado indiscreta.
Pero su mirada se quedaba en ella por largo rato. Mientras ella "miraba" el paisaje.
Ya no podía dormir, con la misma incógnita en su cabeza.
¿por qué él insistía tanto?
Sí, aquel necio matón había dejado de molestarlo. Pero ya habían pasado meses con él cerca.
Y no parecía querer alejarse.
Sacudía la cabeza y cambiaba de posición. Intentaba sacarlo de su cabeza. No podía. Ahí estaban sus ojos verdes.
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Invisible- One-Shot
RomanceHICCSTRID. Simplemente Hiccstrid. Ninguno de los personajes de HTTYD son míos