Esa noche, Harry y Niall volvieron al restaurante con intención de ir al bar, pero cuando estaban por entrar, Harry se retractó. Estaba comprometido, ¿Qué estaba haciendo? Él sabía completamente que sus intenciones no eran maduras. Debía de pensar con claridad.
—Te estás tirando para atrás, ¿Cierto, tonto?
—Sabes que está mal ir tras él si mi prometida está aquí.
— ¿Qué importa eso? ¿Acaso crees que a ella le dolerá? Ni siquiera se conocen lo suficiente para quererse. Anda, en una semana no lo volverás a ver jamás.
Harry no fue difícil de convencer. Pero conste, que él estuvo en contra de todo eso al principio.
—Buenas noches—les saludó el bartender que se encontraba limpiando algunos vasos cuando Niall y Harry entraron. Dos hombres estaban sentados en unas sillas lejanas, tomando unos whiskys, mientras unos metros más allá tres jóvenes se reían de algunas fotos. Todo lo demás estaba vacío.
Harry de verdad estaba sorprendido por cada detalle tomado en cuenta en el barco: los vasos de cristal, los platos puestos en orden de tamaño, las servilletas de tela dobladas por encima de los platos, los manteles planchados con determinación... un sin fin de cosas simplemente perfectas. No podía ni imaginar algún fallo en ese barco. — ¿Qué puedo servirles, caballeros?
—Una granada, por favor—respondió Niall tomando asiento en la barra. Harry se sentó a su lado.
—Un Santorini para mí—murmuró Harry. El bartender se dio la vuelta y empezó a preparar los cocktails. Harry entonces le susurró a Niall: — ¿Ya? ¿Preguntarás?
—Dios, que impaciente—le dijo Niall. El bartender entonces le dio al rubio su copa y Niall aprovechó eso. —Disculpe, hay un camarero que trabaja aquí. Es un castaño, me parece que se llama Louis. ¿Podrías decirnos su número de habitación o cuál es su horario de trabajo?
El joven miró al rubio y frunció el señor. —No conozco a ningún Louis, señor. Quizá es uno de los contratados a última hora. Estos rotan en oficios. Puede que mañana esté aquí, o en el comedor de segunda clase, o ayudando a limpiar en algún otro lado. No hay manera de saberlo.
Niall sacó su billetera, y extendió cien dólares al chico. —Encuéntralo y manda su información a la habitación T-12. ¿Entendido?
—Entendido—el joven tomó el dinero sin dudarlo y lo guardó en su bolsillo. Luego se volteó de nuevo y preparó el pedido de Harry, que hasta el momento había estado mirando a la escena muy concentrado en todo lo que se decía. Niall tenía razón. En una semana no le volvería a ver jamás, ¡No había nada que perder!
—Entonces, ¿Planeas ir a buscar a Alysse mañana?—preguntó el rubio, tomando un sorbo de su bebida después. El bartender entonces le dio a Harry su copa. Él dio las gracias con un movimiento de cabeza.
—No en realidad. Estoy seguro de que mi madre hará que cenemos juntos, de todas formas.