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Capítulo uno: Suripanto.

Miércoles, o mejor llamado el ombligo de la semana, tengo que ir a la Universidad y me quedé hasta tarde viendo una película. No me arrepiento de haberla visto hasta las 3:00 de la mañana, cualquier película de Disney vale la pena.

-¡Chris! ¡Despierta tienes que ir a la Universidad!

Si amigos, tengo 20 años y mi mamá aún me despierta para ir a estudiar.

-¡No iré! -Volví a cerrar los ojos y acurrucarme en mi cama.

Silencio.

Eso daba miedo en casa.

Pero no duró tanto el silencio cuando sentí que me caía agua en la cara entonces me di cuenta que mamá de nuevo me había echado agua en la cara.

-¡Mamá! -Me senté en mi cama mientras me frotaba los ojos -En serio, tienes que ser normal y dejar de despertarme así.

-Lo haré cuando mi hija no sea una loca.

-Loca, pero feliz. -La apunté mientras le guiñaba un ojo.

-Sólo dúchate ¿Si? -Asentí y ella se acercó a besarme la frente -Buenos días.

-Buenos días señora. -Gruñó y salió del cuarto. Sabía que le molestaba que le dijera así yo o cualquier persona.

Tomé una ducha y me puse la ropa que había dejado en mi cama. Bajé y vi a papá desayunado, pasé por detrás de él y le di un golpe en su cabeza.

–¿Qué tal? ¿Cómo se encuentra el día de hoy señor? ¿Dejó de tener más cabello? —Me senté a su lado y el dejó de comer.

–La verdad es que desperté más guapo que ayer.

–Lo dudo. —Habló mamá y reí.

–Ahora las dos están en mi contra, esto es demasiado feminismo para un hombre que lo usan para sus cosas feminazis. —Puso una mano en su pecho.

–¿Feminazis? Papá alejate del internet, te lo suplico.

–¡Nunca! —Se paró y fue directo al salón, miré a mamá confundida y ella se encogió de hombros.

–¿Por qué ahora tú hiciste el almuerzo y no papá? Es raro probar comida hecha por ti.

–Ay no seas exagerada, no había cocinado sólo hace. —Se quedó viendo a la nada, supongo que recordando cuando fue la última vez que nos hizo un almuerzo. —Creo que si es mucho. Y no iré a trabajar me tomaré el día de hoy como descanso.

–Entonces yo también lo haré. —Me recliné en la silla y mamá me dio un golpe en la cabeza.

–Apurate, el tiempo corre y tú estás aún sentada. —Me quejé, subí al baño para lavarme los dientes, fui por mi mochila y tomé mi teléfono.

–¡Voy al restaurante! —Gritó papá desde abajo.

–¡Te despides muy bien!

–¡Te voy a llevar a la universidad apurale!

–¡Sabes lo que pasa si me apuran!

–¡Si quieres si no te puedes ir caminando!

–¡Dejen de gritar los dos, no están en el mercado! —Mamá osa ha hablado.

Bajé corriendo y casi tropiezo con el último escalón. Exacto, casi. Normalmente hubiera rodado por las escaleras, no tener buena suerte no es bueno, más si tropiezas con cualquier cosa que se te pone en el camino. Eso significa que hoy puede ser un buen día.

Narra Chris. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora