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El día a día transcurría más lento que la peor de las torturas, hacía calor y había tanto que hacer; Levi me necesitaba en su oficina si me emociona el hecho de verlo pero... aveces llega a ser un tanto molestoso, ¿Porqué?, Pues para hacer preguntas tan absurdas sobre Eren y yo. Toqué levemente la puerta y su voz; maldita sea era como un coro de ángeles tanto que sentía mis entrañas bailar al compas de dicha bella melodía.

-Buenos días capitán Levi, he finalizado con la limpieza del establo y todas las ventanas del cuartel como usted lo pidió.- tragué saliva. Sus ojos no se despegaban de los míos era confuso su forma de mirarme es rara y aveces sentía pavor.

-Ven, acercate.- quedé inmóvil. Mi cerebro no llegaba a procesar la información no podía controlarme, estaba tan nerviosa que en cualquier momento iba a orinar en mis pantalones; vaya vergüenza.

-El comandante me a llam...-

-No te a llamado nadie.- dejó escapar una buena ráfaga de aire por su boca y depués se levanto caminando hacía mi con lentitud.

-¿Esto?- tomo el collar entre sus largos dedos lo observo y sentí un horrible ardor detrás de mi nuca. Sí, tiro tan fuerte de el pero antes de arrancarlo por completo tome su mano con toda la fuerza que mi cuerpo me brindo.

-¡No! Por favor...- se soltó de mi con calma y yo quería romperle la cara.

-No se permiten accesorios en el uniforme.-

-¿¡Qué!? No soy la única aquí que utiliza un collar.- intenté quitárselo pero mis fuerzas eran nada a lado de él. Y yo con quién me pongo a luchar...

-Me estas faltando el resp...-

-No, usted lo está haciendo. He leído las reglas capitán y estoy segura de que no hay ningúna que diga que se prohibie el uso de accesorios.-

-Desde ahora ya está puesta en ese pedazo de mierda. Ahora vete de aquí.-

-No.- que llegué lento el filo de sus ojos aceros que me parta a la mitad. Que me incinere con sus palabras pero de esta maldita habitación no salía sin ese collar. Me siento urgida de llanto y acabo de firmar mi pena de muerte.

-No vas a cenar ni esta ni la otra noche. Tienes estrictamente prohibido acercarte a la cocina, ahora, ¡Vete de aquí! O tu castigo será peor.-

Esa rabia tan sumisa, tan débil, tan prudente... diablos; no me suelo enojar mucho pero esta vez no podía saborear el dulce de la tranquilidad. Sentía la ira correr por mi cuerpo sentía esa adrenalina de querer atacar. Soy tan frágil, tan frágil que me frustra ver tan lejos la causa y más lejos sus fines. Pero su ser tan condoroso hacía revolver el
pensamiento más oscuro que habitaba en mi.































Me sirve tu mirada que es generosa y firme. Me sirve tu silencio franco. Sí, me sirve.

Losing You [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora