I. El jinete y su caballo

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En una gélida y oscura noche de invierno, en la que unos soldados se preparaban para la batalla del día siguiente. Estaban todos acurrucados al fuego, calentando sus congeladas manos. Notaban esa gélida brisa que les congelaba la sangre y esa presencia continua que los miraba sin parar.

-¿Estáis preocupados por las criaturas de estas tierras?-preguntó el capitán con una carcajada.

Hay rumores de una extraña criatura que haría que tus peores pesadillas se volvieran dulces sueños. El capitán inflando el pecho se dirigió a sus soldados y empezó a reír. - Esos cuentos para niños no tienen importancia, pero la noche es larga y nos espera un día duro. Más nos valdría descansar y reponer fuerzas. ¡Cuéntala! Estoy impaciente por saber qué es lo que os causa tanto temor. El soldado se acercó aún más al fuego frotándose las manos comenzó aquel relato. El cual, no debería haber contado.

Cuenta la leyenda, antaño ya olvidada de un jinete y su caballo de guerra. Lo llamaban el centauro, porque era imposible separar al jinete de su caballo. Era muy famoso por sus carnicerías. Cada aldea que tomaba se convertía en cenizas y huesos. Si aquel hombre no había surgido del mismo infierno era la representación de este en la tierra. Nunca dejaba ningún superviviente. Pasaba inadvertido por las ciudades hasta que solo quedaban los buitres esperanzados por algo que trajera la guerra. Pero él no era la guerra, era un monstruo sediento de sangre que disfrutaba al ver como la vida de las personas que pasaban por su camino se esfumaba. Lo fácil que era arrebatarla y destruirla a su antojo. Las vidas que no se llevaba, eran utilizadas por los científicos de su ejército, que su labor no era más que experimentar con los cuerpos de aquellas pobres personas. Llegar hasta que el paciente no podía más por el dolor y juntar sus cuerpos para crear nuevas criaturas. Después de haber hecho esto la criatura no lograba vivir mucho más. Esto era lo que arrastraba el centauro que amenazaba con extenderse por cada rincón de este mundo. Hasta que un día la vida del jinete y su caballo se tornaron por completo. Habían llegado hasta un estrecho valle, camino de una nueva ciudad que tomar. Descuidados y con la cabeza demasiado erguida para darse cuenta de que algo iba mal. El valle se cerraba aún más por un estrecho camino, dejándolos completamente indefensos, sin capacidad de luchar. Y desde el final del camino. Unos arqueros con flechas de fuego estaban preparados para atacar. A la señal de su líder, soltaron una descarga de flechas de fuego y el cielo se tornó rojo y lleno de odio. Debajo de ellos habían unos barriles llenos de pólvora que con el fuego de las flechas, explotaron quedando a la gran mayoría atrapados o muertos. Tiempo después, los exploradores descubrieron al centauro atrapado, y no dudaron ni un segundo en hacerle pagar por lo que había hecho a su gente. A base de torturas lograron saber dónde se asentaron esta vez. Tomaron rumbo a sus tiendas, aniquilaron a cualquier miembro de su ejército y decidieron dar al centauro el máximo castigo posible. Mataron a los científicos y ataron tanto al jinete como al caballo en una larga mesa. Y guiándose del historial y las notas de los científicos ya asesinados. Iniciaron los experimentos que se daban con sus víctimas. Pero esta vez no le darían la oportunidad de morir tan rápido.

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