Capítulo 1.

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Me he mudado hace poco aquí, a California, a empezar una vida nueva.

Mi psicóloga dice que mis recuerdos de antes de la enfermedad no volverán, he vuelto a nacer.
Mi padre superó la enfermedad y recobró por fin la memoria, nos recordó a todos, a mi madre, a mi hermana Sara y a mí.

Pero yo no corrí esa suerte. Apenas puedo recordar a mis padres y a mi hermana y un poco más antes de que perdiera mi memoria, pero nada más.

Según me ha contado mi madre yo tenía una novia, unos estudios y hasta me iba a graduar, pero días después de la graduación, mi enfermedad estalló y olvidé todo lo que había echo estos 18 años atrás.

Eso fue todo lo que le conté a mi mejor amigo Michael, o Mike, como yo le llamaba, el cual escuchó cada palabra con atención y tardó un rato en reaccionar hasta que por fin dijo:

– Bueno... Es difícil de creer sí, debió ser muy duro para tí. Espero que ya te hayas adaptado a vivir aquí.

Es una buena persona, de echo, fue la primera persona que yo conocí aquí y la que más me ha ayudado.

– Bueno, Alex, yo me tengo que ir ya, espero que nos veamos después.

Le dije que sí y me despedí de el con la mano. Después se alejó a su departamento y yo regresé a el mío a solo unas manzanas atrás.

Subí a mi piso y dejé las cosas de la uni en el cuarto, después me metí a la ducha.
Tras un largo día algo de agua caliente se siente muy bien.

Al salir de la ducha, vi que la ventana de al lado tenía luz.
Por fin se ha mudado alguien al piso de al lado, se sentía muy solo ser el único piso 12 ocupado de la ciudad.

Me fui al armario y me puse un pantalón vaquero negro y unas converse del mismo color.
Antes de ponerme la camiseta decidí secarme el pelo y así lo hice. Después me puse una camiseta de los Rolling Stones y decidí ir a conocer a el nuevo vecino. O vecina.

Cogí mi móvil, la cartera y las llaves y cerré la casa con llave. Después me fui a el departamento de al lado y subí hasta el 12-A, donde debería estar mi nuevo vecino.

Pegué un par de veces y esperé como unos 10 segundos me abrieron la puerta.

Una chica de no más de 14 años, de pelo castaño oscuro y con gafas me miraba muy sonriente con los ojos verde brillante.

– Eh, uhm... ¿Hola?, ¿quien eres?.

Me quedé callado y me mordí inconscientemente el labio inferior. Ella me miró y se puso un poco roja, aquella conversación se estaba volviendo un poco incómoda.

– Eh, Hola, soy Alexander, el vecino de al lado, vine para conocer a los nuevos vecinos, err... ¿Os habéis mudado hoy?, ¿estan ahí tus padres?.

La chica hizo un gesto de desagrado y se puso recta cruzando los brazos. Era más alta que una chica de 14 años, y además, tenía más cuerpo de mujer que de pre adolescente... Pero esa cara, ¿no era esa una inocente cara de 14 años?.

– Mis padres no están aquí. Vivo sola.

– Er... ¿No eres muy pequeña como para vivir sola?.

– ¿Pequeña?, estoy en la universidad.
A penas ayer cumplí 19.

– Guau. Qué joven pareces.

La chica me miraba cada vez peor y yo me sentía un poco mal así que decidí empezar de nuevo.

Carraspeé un poco, me mordí el labio inferior y me revolví el pelo.

Ámber, Marian, y otras chicas del montón. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora