03.Psicosis

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Domingo

No estoy seguro de por qué estoy escribiendo esto en papel y no en mi computadora. No es que no confíe en mi computadora, solo... necesito organizar mis ideas. Poner todos los detalles en un lugar objetivo, un lugar donde sepa que lo que escribo no puede ser borrado o cambiado... y no es que haya pasado antes, es mi memoria, enturbia las cosas, las reensambla; estoy comenzando a sentirme agobiado en este diminuto apartamento. 

Quizá ese es el problema. Sí, tenía que ir y escoger el más barato apartamento, el único en todo el sótano. La falta de ventanas hace que el día y la noche parezcan la misma cosa. No he salido en unos días porque he estado sumergido en este proyecto de programación; supongo que quería acabarlo de una buena vez. Horas de estar sentado delante de un monitor puede hacer que cualquiera se sienta extraño, lo se, pero no creo que sea por eso.

No estoy seguro de cuándo comencé a sentir que algo andaba raro. Ni tan siquiera puedo definir qué es, probablemente porque no he hablado con nadie en un tiempo; eso es lo primero que me inquietó. Todos con los que normalmente hablo por Messenger mientras programo, han estado ausentes o simplemente desconectados. Mis mensajes no fueron respondidos. El último correo que recibí, fue de un amigo diciéndome que charlaría conmigo cuando volviera de la tienda, y eso fue ayer. Le llamaría con mi celular pero aquí la señal es terrible.

Sí, eso es. Solo necesito llamar a alguien. Voy a salir.

...

Bueno, eso no se dio tan bien. Mientras la sensación de terror se desvanece, me siento un poco ridículo por haber estado asustado en absoluto.

Me miré en el espejo antes de salir, pero no me afeité la barba de dos días que había crecido, después de todo saldría tan solo para hacer una corta llamada. Aunque sí me cambié de camisa, pues era hora de almorzar y supuse que me encontraría al menos alguna persona que conociera, o al menos eso era lo que yo quería... ojalá lo hubiera hecho.

Cuando salía, ligeramente abrí la puerta de mi apartamento; una sensación de ahogo, ya de alguna forma se habia envaucado en mi cuerpo, por alguna razón desconocida, se lo atribuí al no haber hablado con alguien más que yo por uno o dos días. Me asomé en el deslucidocorredor, tan deslucido como el corredor de un sótano puede ser, apenas iluminado por un trío de lámparas de neón que no dejan de chasquear, encendiendose y apagándose en una agonía que al parecer durará mucho tiempo todavía. En el otro extremo, la gran puerta metálica que lleva a la sala principal del edificio —estaba cerrada, por supuesto— y dos máquinas expendedoras oxidadas a su lado, compre un refresco de una de ellas, el primer día aquí, pero tenia pasada la fecha de caducidad de hace dos años. Estoy bastante seguro que nadie más en el edificio sabe que esas máquinas están aquí abajo, que mi tacaña casera sencillamente no le interesa reabastecer.

Deslicé mi puerta con suavidad y seguí el camino procurando no emitir sonido alguno. No tengo idea de por qué decidí hacer eso, pero era divertido rendirse al absurdo impulso de no perturbar el letárgico zumbido de las máquinas expendedoras, camuflarse con el rumor general del pasillo, al menos por el momento. Llegué al primer descanso de escaleras y subí hasta la puerta principal del edificio. Miré por la ventanilla cuadrada de la puerta y, para mi gran sorpresa, definitivamente no era hora de almuerzo. La penumbra de la noche envolvía las calles de la ciudad y las luces de los automóviles que daban la vuelta en la intersección, estos alumbraban desde la distancia como faroles. Nubes púrpuras y negras por el brillo de la ciudad colgaban inmóviles del firmamento. Nada se movía a excepción de los pocos abedules de la acera mecidos por el viento. Recuerdo haber temblado aunque no tenía frío, quizá por el viento de afuera; podía oírlo vagamente a través de la puerta y sabía que era ese particular tipo de viento de media noche, ese que es constante, frío y callado, salvo por la dulce melodía que provocaba cuando se abría paso entre las incalculables hojas de los árboles.

°Terror Psicológico°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora