A las nueve de la mañana, Ainelen entró en una de las habitaciones de la Unidad de Cuidados Intensivos para atender al paciente de la habitación 303. Los últimos días se había dedicado a trabajar como china para poder mantener su mente ocupada y olvidar. Todavía era reciente el dolor de descubrir que su flamante prometido ya estaba casado, y que ella había sido la amante, la vil y sucia «patas negras», sin saberlo.
—¡Explícame qué significa este certificado de matrimonio, Tomás! ¡¡¡Apenas llevas un año de casado, infeliz mentiroso!!!
—Es solo por las apariencias, no nos llevamos bien, dormimos en habitaciones separadas.
—¿Y ahora me vas a decir que te vas a divorciar? ¿¡¡Crees que nací ayer, desgraciado mal parido!!?
—Te lo iba a contar...
Ainelen sacudió de su mente los malos recuerdos y se concentró su labor, tenía que dejar de sentir esa tristeza y decepción. Cerró los ojos y luego los abrió para enfocarse. Según le instruyó la jefa de enfermería, debía asear al joven que llevaba dos días en coma. El historial decía que se había golpeado en la cabeza en un accidente de motocicleta, y aunque afortunadamente tenía puesto el casco al momento del impacto, no fue suficiente protección. A pesar de ello, el hombre estaba de una pieza, en la ficha médica se especificaba que tenía una lesión en su cerebro pero no era tan grave, el resto de sus exámenes estaban prácticamente normales. Era como si él no quisiera despertar. Un roble dormido.
—Buenos días... mmmm... —Leyó en la ficha el nombre del paciente, interrumpiendo el invariable sonido de los monitores que medían sus signos vitales—, David. Hoy te toca aseo, espero que no te moleste que una mujer vea tus partes, pero es necesario. Estés dormido o no, tienes que mantener tu higiene personal, o si no las cosas se ponen realmente feas —recitó ella su discurso con naturalidad, que en este caso daba lo mismo, pues el hombre estaba inconsciente. Sin embargo, ella prefería decir lo que iba a hacer... por si las moscas.
Ainelen tenía todo preparado para «bañar» a su paciente; agua tibia, jabón, toallas, algodones. A ella no le gustaba mucho la parte del aseo, porque, bueno, era una verdadera ruleta rusa lo que se encontraba bajo las batas.
Miró al joven mientras se ponía los guantes quirúrgicos, su cara le recordaba a alguien pero no sabía de dónde. Se encogió de hombros, seguramente no era nadie importante, y procedió a quitar la manta que lo cubría, para luego desatar las amarras de la precaria bata que vestía el cuerpo del hombre.
Remojó una toalla de algodón y la estrujó quitando el exceso de agua, y empezó a limpiar el rostro con suavidad. Los movimientos que Ainelen ejecutaba a la perfección eran mecánicos, metódicos e impersonales. Luego secó la humedad con otra toalla, la joven mujer sonrió al ver que unas pelusillas se le enredaron en la barba que estaba a medio crecer y con dificultad se las quitó una a una...
Bruscamente sus movimientos se detuvieron... De los ojos del paciente emergían lágrimas sin razón aparente. Era normal que las personas en coma lloraran como acto reflejo, pero Ainelen sintió una profunda compasión por David, en él esas lágrimas se percibían de manera diferente, como si ella pudiera sentir el dolor por el cual atravesaba su paciente. No era físico era del alma. Para ella era terrible ver a un hombre llorar, y peor aún, un hombre que dentro de su inconsciencia lloraba sin poder ser consolado.
El ceño de él se contrajo levemente, y más lágrimas surgieron, Ainelen secó sus ojos con suavidad, era triste ser el testigo mudo de su sufrimiento. «¿En qué recuerdo triste estará vagando su mente?», se preguntó ella llena de lamento.
—Tranquilo, David. Todo va a pasar... Tienes que recuperarte —animó Ainelen acariciando la negra y suave cabellera de él, sintió un nudo en su garganta, estaba tan sensible por todo lo que ella misma estaba viviendo, y proyectó todas sus emociones en el paciente—. Eres un hombre joven, fuerte y buen mozo. Seguro que te llueven las mujeres, hasta yo te pediría una cita descaradamente —bromeó para alivianar el ambiente—. Debes luchar, la vida siempre te da segundas oportunidades. Solo tienes que aprovecharlas cuando se te presentan —aseguró con un hilo de voz y sonrió parpadeando rápidamente para ahuyentar las lágrimas que amenazaban con salir—. No te dejes vencer, ya va a pasar la tristeza... Permiso, voy a seguir poniéndote guapo para tus visitas.
ESTÁS LEYENDO
[A LA VENTA EN AMAZON] Te encontré en el olvido (#5 Contemporánea)
Romance[A LA VENTA EN AMAZON - SOLO 3 CAPÍTULOS DISPONIBLES] David es un hombre de veintinueve años, tiene dos trabajos, estudia de noche e intenta llevar su relación amorosa con Ingrid al siguiente nivel. Ainelen es técnico en enfermería con un historial...