Capítulo Único

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El Sol recién aparecía en el opaco cielo de Tokyo, teniendo una batalla con las nubes grisáceas que amenazaban una tormenta para horas mas adelante.

Los pocos rayos rojizos y amarillentos de este se colaban dentro de la habitación de un joven de cabello teñido quien descansaba calladamente. Tenía los ojos cerrados a pesar de estar despierto.

Su respiración era tranquila, pero su mente estaba inquieta. La verdad es que despertó hace una media hora, el pequeño reloj digital que se encontraba en el mueble al lado de su cama marcaba las 5:34 AM. Si se preguntan él no es de la clase de persona que se despierta a dicha hora.

Pero su inquietud recaía en que no recordaba absolutamente nada del día anterior. Por mas que daba vueltas al asunto, su mente parecía estar en blanco.

Abrió los ojos mientras se acomodaba en la cama. Quitó las sábanas color amarillo hueso que cubrían su cuerpo y se dispuso a mirar el muy interesante techo de la que parecía ser su habitación.

Descartó la idea de haberse emborrachado puesto que no tenía ningún síntoma de resaca. Decidió no darle mas importancia.

Él era de esa forma, si algo parecía no tener explicación alguna no se molestaría partiéndose la cabeza buscando una. Así que decidió levantarse de la cama y hacer algo productivo.

Estiró su cuerpo tratando de liberar sus músculos de cualquier entumecimiento haciendo sus huesos tronar en proceso. Tomó su celular del mueble, revisó buscando algo de importancia encontrando sólo mensajes de sus amigos carentes de sentido. Reparó en la fecha que el artefacto indicaba, al parecer era un día martes nueve de marzo.

Su cerebro le indicaba que tenía que asistir a la universidad, así que, obviando en el hecho de que todo le parecía extraño y no poder recordar nada con claridad, decidió obedecerle.

Así el joven se dirigió a la cocina de su departamento dispuesto a preparar algo de desayunar vistiendo únicamente unos pequeños bóxer holgados. El arte culinaria le parecía la ciencia mas extraña e inexplicable del mundo, para él las personas expertas en ese ámbito tenían una especie de don o quizá un pacto con un ser extraño. La verdad era que solo quería disfrazar el hecho de que no podía cocinar ni tantito.

Buscó en los estantes del pequeño lugar encontrándose dos cajas de distintos cereales. Escogió la azul solo porque le gustó el tigre de la tapa.

Se dirigió al refrigerador, al encontrar la leche se dispuso a tomarla en sus manos, su vista reparó en unas bananas que se encontraban al lado y sonrió inconscientemente, tomándolas también consigo llevó los ingrediente de su gran desayuno a la mesa.

Preparó el tazón con la leche y el cereal para luego quitar la cáscara a las bananas, cortándolas en pequeños trozos que después colocarlos en su gran tazón. ¿Quién necesitaba saber cocinar si existía el cereal y las bananas?

Después de una hora y media el blondo artificial ya se encontraba duchado, cambiado y perfumado. Se encontraba con unos pantalones negros un tanto ajustados, una camiseta sin mangas color blanca con un estampado de los Sex Pistols en el centro y una chaqueta marrón encima.

Su mirada estaba puesta en el espejo se su baño mientras con sus manos intentaba ordenar su rebelde cabello, aunque lo único que lograba era parecer una especie de pajarraco. Pero vamos, era su estilo y a él le gustaba.

El timbre sonó justo cuando obtuvo el resultado que deseaba en su cabello. Salió del baño de su habitación y se apresuró a abrir la puerta mientras escuchaba como seguían tocando en timbre insistentemente.

Al abrir observó al joven frente a él. Cabello lacio, castaño y bien cuidado; ojos miel bastante claros a comparación de los suyos que tiraban a un tono un tanto grisáceo. Era bastante delgado y alto aunque no le rebasaba mucho.

Love Don't Die (the GazettE/Reituki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora