Una mano firme sobre mi delgado antebrazo, me hizo girarme para encarar al dueño. Sus grandes dedos formaron un grillete que me mantenía prisionera, aunque era evidente que podía zafarme de su agarre, una especie de inercia me seguía acorralando. Empecé a respirar de forma entrecortada y mi boca se me secó al tiempo en que percibía que los labios me temblaban.
Él me miraba con ansiedad, estudiaba mis delicados labios e incluso cada línea sobre mi pecoso rostro que solía esconder con algunas capas de maquillaje. Era como si sus ojos azules pudieran traspasar mis ideas. Tenía miedo de que notara mi nerviosismo, de que se diera cuenta de las emociones que volvía a provocar en mí con su contacto.
Durante algunos breves segundos mantuvimos ese vínculo visual, con el que nos devorábamos a besos sin tocarnos. Algo en mi interior me hacía creer que así era, que ese hombre frente a mí, con aliento a menta mezclado con tabaco tenía las mismas ansias que yo percibía. Aunque era evidente que una distancia muy grande nos separaba a pesar de la cercanía.
De repente salí de mi trance y di un paso más hacia atrás, él, muy seguro por instinto me pasó una mano detrás de la cintura, posándola sobre mi espalda cubierta por la seda azul del vestido. De inmediato estuve a escasos centímetros de sus labios, podía percibir más aún su aliento, ese mismo me quemaba con su calidez sobre mi cara, tuve que alzar el mentón para confrontarlo. En verdad era alto, pero la manera en que su ondulado cabello caía sobre los lados de su rostro, lo hacían ver imponente. Como un poderoso león a la cacería de un cervatillo indefenso. Sus oscuras pestañas escondían el fuego en su mirada.
— Suéltame por favor, estás siendo muy atrevido... debes alejarte de mí — quise hacerlo entrar en razón pero contrario a eso, me atrajo hacia su firme pecho y coloqué una mano sobre este en un intento por evitar que pretendiera acercarse más y cruzar esos límites que comenzaba añorar que atravesara. Ese contacto sobre la inmaculada tela de su gabardina, me hizo sentir los golpeteos acelerados de su corazón.
— No quiero hacerlo, me estoy dando cuenta de que me sigues queriendo. Es claro que sientes las ganas de volver a estar juntos, besarnos y sonreír ante tantas ocurrencias como siempre lo hacíamos — dedujo el atrevido, ahora situando otra de sus manos sobre mi delicado cuello y envolviéndolo con esta, para mantenerme más prisionera a él—. Eres capaz de liberarte sola y no lo haces, porque no quieres, deseas seguirme sintiendo así como estoy tan cerca de tus labios. Sé que recuerdas mis besos, puedo darme cuenta de lo mucho que tiemblas, de todo lo que mi presencia te evoca, te apuesto lo que quieras que no me has olvidado. Y siempre seguiré en tu mente, del mismo modo en que tú permaneces en la mía.
— ¡Eres un arrogante! — gruñí y él inclinó más su cabeza al punto de besar mis labios solo con su respiración, por reflejo cerré los ojos con enormes deseos de sentir la aterciopelada sensación que recordaba, no podía reprender mis instintos, me sentía a merced de él y ni siquiera me importaba el sitio en donde estábamos. Sin embargo, segundos posteriores liberó mi cuerpo y tuve que abrir de nuevo mis pupilas, al verme, esbozo una ambigua sonrisa y me sentí como una estúpida por haberle confirmado lo que me sugería... siendo tan vulnerable a él.
— ¿Ves que mi sola cercanía te conmueve?, no me iré Candice, no me alejaré de ti —afirmó clavando sus luceros sobre los míos con insistencia, su mirada era tan penetrante y sin vacilaciones que incluso me amedrentaba. Pero estaba decidido, podía sentirlo en sus palabras—. He venido a recuperarte a enmendar mis errores de inmadurez, y lo haré. Estés de acuerdo, o no.
— Pero ¿qué te crees?... soy una mujer casada Bruno, debes respetar mi decisión y dejarme en paz. Ni siquiera debería estar hablando de estas tonterías... tú solo buscas ocasionarme problemas — respondí con exabrupto, ladee mi cabeza y baje la mirada al suelo, tragándome el nudo que encarcelaba mi garganta e impedía que derramara lágrimas frente a él. De su lado, dejo de sostener mi cuello, pero aún me acercaba a su pecho.
ESTÁS LEYENDO
Mi destino, tú © (Completa)
ChickLitLa vida es comúnmente conocida por dar muchas vueltas. Candice a lo largo de esta, tomó decisiones apresuradas, llevadas por sus impulsos. Nunca imaginó que estás mismas le acarrearan diversas consecuencias, las cuales incrementan y enfatizan con la...