Capitulo 7: El Guardian

51 4 1
                                    


En estos tiempos que nadie cree en nada, no deberíamos de haber salido, pero un gran problemas interno nos ha hecho explotar, resurgir. Y para ello siempre preparamos a un humano, tú, tú en este caso. Pero ya te contaré.

Debo decirte que vas a sufrir, pues a tus padres los han hecho presos como a varios de los vecinos del pueblo. Intentaran convertirlos en Ánsares rebeldes. Y a Sonia no podrás acercarte, creo que  también la convertirán en un ser maligno que no desearas tener cerca y  la utilizaran contra ti.

Jon, quedó estupefacto, inmóvil, no concebía que alguien tocara a su amada Sonia.  Comenzó a ponerse nervioso e irritado, se le saltaban las lágrimas por la impotencia. Debía de salvarla no podía permitir que le ocurriera algo malo ni a ella ni a sus padres.

Y  Grito!.

Grito!.    

Y Grito!.

No daba crédito.

Pero no tenía más  opciones ni explicaciones racionales que lograran explicar tanta rareza. Así que preguntó:
– Y quienes me han llamado?.

– Las Hadas de las marismas. Los ánsares, que decidieron los Dioses que tomaran forma animal para que se integraran en la naturaleza como seres discretos. Son y han sido los ojos que nos han protegido a nosotros y a veces a vosotros. Los que me ayudan a mi misión.


– Ellos siempre te han protegido, conduciéndote hacia las salidas o el escape, sin que tú detectaras peligro alguno.

    Los seres que has visto volando en circulo en el centro del cielo y sobre la isla, son Ánseres, hombres como tú, con poderes para volar, hombres con alas de ánsares.

Han sido reclutados por Los Señores rebeldes que quedaron fuera de la Ciudad y que se han encargado de adiestrarlos para ser discípulos de Egate, el Señor de la Envidia y el Egoísmo, de la Ira y la Destrucción.

Ellos han sido siempre los responsable de las desapariciones del pueblo. Han ido reclutando y formando para el mal. Seleccionan y deciden desde hace varios ciclos a quienes adoctrinan.

Un ciclo equivalen a una década de vuestro universo. En el interior de la ciudad, el tiempo pasa más despacio, pues la ciudad lleva sumergida en el fondo de las marismas desde hace ya más de 50 siglos.

Yo. Yo me perdí en las marismas un día que salí a dar un paseo, después de que naciera tu padre. Y  estuvieron apunto de reclutarme. Pero uno de los Ánsares tiró de mí hacia el pueblo, me marcaba la salida reclamando mi atención. Y yo siguiéndolo pude escapar.

Al morir tu abuela y quedarme solo con tu padre y tu tía pequeños,  lo pasé realmente mal. Y un día perdido en mis pensamientos me adentré hasta lo mas profundo de las marismas.

Allí apareció un señor mayor que decía conocerme y pertenecer a mi familia, era mi bisabuelo materno. Él Desapareció del pueblo igual que anteriores antepasados de nuestra estirpe. Me contó que somos descendientes de El Señor de la Clemencia y del Sacrificio. Y que debía de continuar con nuestra misión, ser el nuevo Guardián de las Marismas.

El Señor de la Clemencia y Sacrificio, se llamaba Arcos, fue un rebelde contra las condiciones de la ciudad. Pero su rebeldía iba sobre el Amor, sobre sus sentimientos enfrentados, sobre sus propios deseos.

Los Señores tenían una misión, el Dios Conat los creó y doto de poderes y Virtudes, de las que debían imprimar a los humanos, contaminarlos. Pero nunca podrían tener relaciones carnales con ellos, no debían  enamorarse aunque vivieran a su lado.

Pero nuestro antepasado, se enamoró. Se enamoró de una chica dulce y angelical, dulce y bella, tierna y sincera. No había hombre en el planeta que conociéndola no cayera a sus pies.

Su amor fue clandestino, pues Conat no permitía esas relaciones que alteraban el ritmo normal de la naturaleza. Iba en contra de los principios de nuestro ser, de nuestra existencia, de nuestra creación. No se concebía la relación de un humano con los discípulos de un Dios.

Los Señores estaban destinados a contemplar y proteger a todos los seres existentes en el mundo y a los humanos de transmitirles las Virtudes de las que eran poseedores, así, siempre habría equilibrio.

Pero un día, de regreso de la ciudad perdida, descubrió a un  bello ángel, humano, acurrucado en las marismas, abandonado, pequeño y desprotegido, fue salvado por Arcos. La recogió y se la entregó a una buena familia de la aldea de Hinojos, vecina y conocida de él.

Aquella familia no había podido tener hijos pero eran muy buenas personas y cariñosas. La llamaron Elena y creció  feliz con el amor de una familia trabajadora y honrada, hasta convertirse en una bella señorita de la que todo el mundo hablaba por su buen hacer.

Arcos, integrado entre los habitantes del lugar, era reconocido como un Señor de buena posición, algo raro por sus desapariciones continuas de las que nadie sabía, buen vecino y muy interesante para las jóvenes.

Desde siempre tuvo debilidad por ella, de forma que infringió las normas y no cumplió con las virtudes de las que era poseedor, la Clemencia y el Sacrificio.

Se enamoró de Elena, en un periodo de rebelión interna en la Ciudad Perdida, en el momento en que algunos Señores, creyeron poder revelarse contra el sistema y contra su creador, Conat.

Arcos y Elena, ocultaban su relación ante los demás, pues Arcos era reconocido como su protector y no era sospechoso verlos juntos o buscándose. Ya desde pequeña, tuvieron cierta sintonía, disculpada por la verdad, el ser su real protector, quien la salvó de su abandono, quien la apoyó a ella y a su nueva y humilde familia en los momentos difíciles.

Cuando ella creció descubrió que lo amaba, que no había nadie en el mundo más espiritual, comprensivo y bondadoso que él. Y sin pensarlo bien, cayeron en el Amor, lo descubrieron y rozaron con pasión hasta que ella quedó embarazada.

Cuando el Dios Conat se percató de lo sucedido, llamó a Arcos y lo desposeyó de todo poder incluso de la inmortalidad, dándole a elegir entre seguir viviendo en la Ciudad lejos de Elena y ayudando a poner orden junto a él o siendo el protector de las marismas, el Guardián con ciertos poderes y la ayuda de  las Hadas.

Siendo el Guardián le ayudaría en el exterior, pudiendo contemplar a su amada y su hijo. Pero en ningún momento podría dejarse ver por ellos o tener contacto. De ésta manera, podría conseguir que su hijo y sus descendientes pudieran vivir como humanos y con la protección de Conat, de otra forma, su concepción no llegaría nunca a buen fin, pues las naturalezas son distintas y morirían antes de nacer.

Desde entonces, el primogénito de nuestra segunda generación debe de ser el Guardián de las marismas, protegiendo el acceso  e intentando impedir el descubrimiento de la Ciudad Perdida. A cambio todos los descendientes gozaran de buena salud  y se integraran en la vida natural del ser humano e incluso estaría dotados de ciertos poderes como la clarividencia.

Ante éstas explicaciones y la desgraciada maldición que recaía sobre mi familia acepté mi misión, quedando encargado del control del acceso al interior de las marismas y de la Ciudad Perdida. Pensando que ya había sufrido muchas desgracia al morir mi mujer, tu abuela.

Los  Ánseres (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora