La vida es un mar de tesoros y basura, la marea sube y baja, va y viene, y nunca trae las cosas que nosotros queremos, no sabemos si la mar estará serena o brava, si traerá piedras o hermosas estrellas de mar, no sabemos si cuando nos enamoramos tendremos felicidad o dolor, si habrán risas, llantos o quizás muertes. Todo es cuestión del destino.
Un día como cualquier otro, salia del turno nocturno en él hospital, eran las 2:00 am, me encontraba conduciendo y cantando mi canción favorita "Mi ultima canción de amor-Santa RM" Me gusta tanto este tema porque en mi adolescencia pude decir que me había enamorado de Yessica Smith, estuvimos casi 3 años juntos, en él baile de graduación le propuse matrimonio, me tomo como un loco y dijo que planeaba disfrutar de la vida universitaria, sexo, alcohol, fiestas, etc. Y vamos sentía rencor y esas letras lo decían todo, aunque hayan pasado casi 10 años.
Estaba tan concentrado cantando que casi atropelló a una mujer que estaba en medio de la carretera agitando las manos, y pidiendo ayuda, me detuve de inmediato.—Muchas gracias por detenerte y claro por no atropellarme- dijo la mujer de cabello castaño y ojos color esmeralda.
—Pues la verdad venía distraído —respondí— ¿Que haces en medio de la carretera a las 2:30 am?
—El auto invisible que esta atrás tuyo, es mio y se averió, tuve un día muy largo y solo quiero llegar a casa.
De inmediato anclé su auto junto al mio, le di él abrigo que llevaba puesto ya que estaba completamente helada, me dio su dirección y nos dirigimos a su casa.
En él camino la analize casi toda, mujer de unos 30 años o menos, hermosas caderas, enormes pechos, pero lo mas encantador sus ojos color esmeralda, siempre lo que mas me llamaba la atención de las personas eran los ojos, tenía la ley de que a través de estos podías ver él alma de las personas, los de ella me recordaban a la primavera, a una deliciosa limonada en un día de calor, a los arboles.Era tan reconfortante verlos, era como estar un domingo debajo de un árbol leyendo un libro de Pablo Cohello o de Carlos Cautemoch, solo la brisa, él silencio y las letras...
