Solté un suspiro y me seguí balanceando en mi columpio. Ethan se materializó a mi lado, se notaba enojado.
—Sabes, estoy empezando a pensar que te enamoras a lo atolondrado para tenerme aquí.
Traté de sonreír, me causaba gracia, pero simplemente no lo conseguía.
—Si haz venido a reprenderme, mejor márchate. Estoy cansada de ustedes— contesté con pocos ánimos. No quería que se marchase, pero tampoco estaba para la larga charla que veía venir.
—¿De nosotros?—respondió indignado, levantándose del columpio donde había aparecido para ponerse enfrente mío.
— ¡Si, de ustedes los hombres!— salté de mi asiento, y lo apunte con el índice, haciendo presión en su pecho. No tan sorprendentemente, el dedo lo atravesó.
Aún no olvidaba de que Ethan solo era una invención de mi mente. Fruto de un amor fallido y madrugadas en desvelo, quizás hasta un poquito de sustancias de extraña procedencia.
— ¿porqué?
—¡¿porqué?!— grité exasperada, prácticamente jalándome el cabello— ¡Por... Por su maldita manía de hacer mi corazón acelerar y con lindas palabras mis mejillas sonrojar. Por... Por tener esa sencillez de hacerme reír. Y después, oh, y después, cuando ya me tienen entre sus garras. Sobre esa fina línea entre mi cordura y completa desesperación, deciden que no valgo la pena!... Quizás no valgo la pena.
Ethan sonrió negando con la cabeza. ¿Qué le causaba tanta gracias?
—¡Bravo!, ¡has hecho una rima ahí!— aplaudió de una manera que parecía ser sarcástica.
—¿Qué?
—¡Qué te dejes de quejar! Uno, ninguno de ellos nunca te dio señales de que le gustases de esa manera. Segundo, no puedes andar entregando tu corazón a todos los chicos que te hacen reír. Tercero, no puedes a todos compararlo con él, cuantas veces te he dicho que el amor se puede, pero no se debe idealizar. Quinto, pero no menos importante, no te desesperes. Ya llegará. Y sexto, tú lo vales, lo vales tanto que la mayoría piensa no estar a la altura y ni siquiera lo intenta.
Solté un suspiro y Ethan me miró con lo que parecía ser pena.
Sabía que no me creía los dos últimos puntos, pero igual hice una mueca intento de sonrisa.
—Gracias— quise abrazarlo, pero solo terminé atravesando su imagen una vez más. Maldita sea mi locura. Maldita sea mi manera abstracta de encontrar la cordura. Maldito sea el amor por venir a paso de tortuga hacia mi. Maldita sea yo, por mi desesperación.
Ethan me sonrió, pero esta vez sin pena escondida. Una sonrisa sincera, como de esas que nos llenan de vida y alegría.
Ethan podía no ser real, pero era mi luz. Mi todo. Lo único que me quedaba después de tanto tiempo.
—Ahora te me dejas de tonteras y caras largas y te me largas a jugar Corazón de Melón que necesito saber que son esas marcas en la sensual espalda de Nathaniel.
Yo reí. Reí con ganas, sin retenerme, una carcajada sonora, sin miedo a sonar igual que goofy. El amor podía esperar, tenía a Ethan y mientras el viviese en mi mente, yo estaría bien.
— A veces me pregunto por tu orientación sexual.
—Yo soy tu, no lo olvides. Es tu culpa que yo sea así. Además me gustan mucho las mujeres, te lo demostraría, pero sería como besarme a mí mismo... Aunque pensándolo bien— quién sabe cómo lo hizo, quién sabe hasta qué nivel de embriaguez estaba este día, que sus labios se sintieron vivos sobre los míos, no alucinaciones. Lo sentí tan real, que podría jurar que pasó.
Cálidos, suaves, tiernos al tacto. Y luego, luego volví a la realidad. Estaba sola de vuelta en mi columpio... En nuestros columpios, con una sonrisa en mis labios.
Con sonrisa que solo mi falta de cordura y sobriedad me sabían dan.
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Ethan
RandomEl día que Ethan salvó a Elisabeth Hammer... Otra vez. Pd: No tiene ninguna conexión con "Lizzie".