Simplemente quería sacarme esto del cuerpo tras llorar mares, océanos y toda superficie conocida de agua tras ver el 3x07: "Thirteen" (que viene del trigedasleng y hace referencia a las 13 muertes distintas, a cada cual peor, que se ha ganado Jason Rothenberg). Es la primera vez que escribo sobre esta serie, así que todo comentario o crítica constructiva es más que bienvenida.
Obviamente nada me pertenece, todos los derechos son de CW y el Jason mencionado (por desgracia).
Broken
"Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosotros. Lo que hacemos por los demás y por el mundo, permanece y es inmortal" (Albert Pine)
A veces, todo lo que hace falta es una mirada.
Para entender un mensaje que sólo tú conoces, para decir aquello que se te atasca en la garganta y no dejas salir en voz alta, o para confirmar que no eres sólo tú la que se siente así de aturdida o implicada. Incluso para ser feliz. Durante un momento difuso y efímero, pero feliz.
Clarke lo sabe, porque lo ve y lo siente desde que la conoce.
Puede percibirlo en todo lo que ella hace, dice y proclama. Puede intuirlo en los gestos desesperados y el esfuerzo por no sobrepasar los límites que su terquedad estableció hace días, aunque parezca que ya haya pasado toda una vida. Pero son sus ojos los que le gritan "te quiero" en todo momento. Son sus ojos los que la siguen incansablemente cuando camina por la habitación, cuando se enfrenta a los otros 12 clanes en la sala del trono, o cuando, simplemente, existe.
Son siempre sus ojos. Ellos la reclaman y se entregan al mismo tiempo, ellos se suavizan en cuanto se posan en Clarke, ellos le afirman todo aquello que ninguna puede expresar todavía, porque su gente está primero. Y con los ojos se dicen que esto no es el final, que volverán a encontrarse y que serán felices, cuando ya no le deban nada a nadie.
A veces, todo lo que hace falta es una mirada.
Pero nunca, nunca es suficiente. Las miradas no te acompañan toda la vida, no te arropan por las noches, y tampoco trazan los baches de la piel con el fino tacto del deseo mezclado con amor. Las miradas se pierden, y se desvanecen en el cosmos de los sueños rotos y los objetivos no logrados. Las miradas se apagan. Y con el paso del tiempo, lo queramos o no, se escapan de nuestros recuerdos como el agua que se filtra entre los dedos.
Nada te prepara para perder a un ser querido. Mucho menos cuando no hay una razón lógica para ello, cuando te lo quitan porque sí y el destino, por llamarlo de alguna forma, juega contigo.
Y es que no sólo se trata de la pérdida de la persona amada. Lo pierdes todo. La esperanza, la fuerza, las ganas de vivir así. Sabiendo que hagas lo que hagas, y sufras lo que sufras, siempre habrá algo más que lamentar, algo más que echar de menos, alguien más a quien llorar.
Dejas de creer en la felicidad, dejas de intentar ser feliz. Y aunque sigas andando, y andando, y andando por el camino de tu vida, en el fondo sabes, sabes, que no vas a llegar a ninguna parte. Porque te quedaste con ella. Con esa persona que lo era todo. Tu guía, tu roca, tu otra mitad.
Clarke lo sabe, aquí y ahora, cuando sus lágrimas caen sin descanso sobre el cuerpo inerte de Lexa.
Ha sufrido otras pérdidas, sí. Ha visto, y provocado, muertes devastadoras, tanto en masa como individuales. Ha presenciado almas apagarse. Pero nunca como esto. Nunca esta alma.
Nunca estos ojos, habitualmente fríos ante el mundo, que antes de perder su brillo – el brillo que sólo Clarke pudo recuperar de entre las sombras – mostraron, por primera vez, pánico. Un miedo sobrecogedor y atosigante, no de morir, sino de dejar sola a su chica caída del cielo, en un mundo donde ya no podrá protegerla. Un mundo sin ella.
A veces, todo lo que hace falta es una mirada.
Puede durar segundos, minutos u horas, pero basta para sentir el dolor, la angustia y la desesperación que ella refleja. Basta para comprender que todo ha cambiado, y que no sigues siendo la misma persona que eras hace cinco minutos. Basta para saber que ya nada volverá a ser lo mismo.
Dicen que los ojos son el reflejo del alma. Sin embargo – cuando Clarke regrese a Arkadia, la guerra termine y la tan ansiada paz reine entre los clanes – nadie sabrá lo que pasó. Nadie será consciente de los sacrificios que dos simples chicas, que nunca pudieron elegir, tuvieron que aceptar por el bien mayor. Nadie escuchará jamás la verdadera historia de Lexa y Clarke, porque Heda y Wanheda taparán sus nombres bajo sus hazañas de guerra y sus decisiones políticas. Nadie sabrá que se quisieron.
Y la poca gente que se atreva a mirar a Clarke a los ojos para saber qué ha quedado de ella y cómo está su alma, recibirá siempre la misma respuesta.
Rota.