Lo primero que me acuerdo es que cuando me desperté, sentí un vacío dentro de mí, como cuando te falta algo o sentís que te olvidas alguna cosa. Después abrí los ojos e intenté incorporarme, estaba acostada sobre un colchón, común y corriente, en un lugar oscuro. Por las sombras, supuse que mi cama estaba en el medio del cuarto, y que había un armario en una de las paredes, a mi derecha, no llegaba a ver ninguna puerta. En cuanto empecé a pensar en eso, me di cuenta que no me acordaba como había llegado ahí, ni me acordaba cuando me había dormido, o donde. Tenía un solo recuerdo: estar corriendo por un lugar oscuro, no sabía cuánto tiempo hacía, y que había alguien corriendo atrás mío, alguien que me perseguía y decía el que supuse que era mi nombre, me llamaba: "¡Sofi! ¡Sofía! ¡Vení!" pero, ¿quién era? ¿Había logrado alcanzarme? Era una voz masculina, ¿me habría traído él hasta aquí?
Terminé de levantarme. Había mucho olor a humedad donde estaba. Tenía la sensación de que era algún lugar bajo tierra. Tanteé la pared, por si encontraba algún interruptor de luz, pero en vez de eso me di con una puerta. Intenté abrirla y, para mi sorpresa, no estaba cerrada.
Salí del cuarto y me encontré en un pasillo, caminé, intentando no hacer ruido. Aunque no tenía miedo, me sentía muy sola. ¿Estaría sola en ese lugar? Me agarró un escalofrío de pensarlo. No. No creía estar sola. O aunque sea, no quería creer que estaba sola. Igualmente, alguien me había llevado hasta allí, ¿no? Por algo sería. Capaz estaba en mi casa y ni siquiera me acordaba, ¿cómo podía saberlo?
El pasillo por donde caminaba era muy ancho, pero no había muchas puertas. Tuve que caminar aproximadamente cuatro metros hasta encontrarme con una. Me acerqué, y al instante oí voces. Solté un suspiro, no estaba sola.
-Vamos, Cristian, esto es inútil. ¿Cuánto tiempo la tuviste ahí ya? –Me decía Tomas. De alguna manera, tenía razón, ya hacía dos semanas que estaba dormida. La mayoría de las chicas se despertaban antes, pero yo tenía la esperanza de que fuera una especie de señal, que tardar más tiempo en levantarse significara que era ella.
-Cállate. Ya va a despertar. Estoy seguro de que es ella. -Le contesté.
-Sí, claro. ¿Cuántas veces habré escuchado eso, en los últimos tres años? –Odiaba cuando Tomas me hablaba así, como si fuese mi superior.
-Pero esta vez es en serio. Es… diferente. Tengo un presentimiento. –No valía la pena pelear ahora mismo.
-Bien, entonces. Si tú lo dices… -Me dijo, medio dudoso-. Pero, ¿por qué es que tarda tanto en levantarse?
-No lo sé.
Solté un suspiro. La única opción que me quedaba era rogarle que me dejase tenerla, justo como si fuese mi superior
-Por favor, Tomas. Déjame aunque sea una semana más. Si no se despierta, la dejaré nuevamente donde la encontré.
-Trato hecho. -Coincidió Tomás.
-Iré a ver si sigue durmiendo. -Informé.
Traté un segundo en darme cuenta de que se referían a mí. Y que Cristian iba a salir a buscarme, y tenía el presentimiento de que no se alegraría si se daba cuenta que lo había estado escuchando. Iba a correr hasta la habitación donde había despertado, pero la puerta ya se estaba abriendo. Me aplasté contra la pared, sin embargo, Cristian parecía acostumbrado a ver en la oscuridad. Miró hacia donde estaba yo, dio un paso, y me abrazó.
Y la abracé porque verla despierta, vivita y coleando, cuando algunas se habían levantado casi muertas, ya era un milagro. Yo sabía que esta vez no me equivocaba, que era ella. Pero después de mi momento de gloria me di cuenta de una cosa… ¡la estaba abrazando! Diag. La solté lo más rápidamente que pude, intentando no parecer tan grosero, porque se suponía que tenía que ser amable, tenía que ganarme su confianza.