Caminaba lentamente por un suelo frío y liso. A lo lejos oía el jaleo que se estaba produciendo en el comedor. Hablaban y hablaban de dinero pero de pronto hablaron de la abuela. Para mí, era una conversación sin sentido.
La abuela vivía en un pequeño pueblo al norte de Santa Mónica, donde nosotros vivíamos. Hacía tiempo que no la veía ya que mis padres decían que tenían mucho trabajo. Yo no los veía muy estresados y les decía para ir a ver a la abuela como hacíamos todos los fines de semana, pero ellos no querían.
Al final llegué a mi cuarto, situado al final del largo pasillo. Un diminuto rayo de sol iluminaba mi osita Lucy. La cogí, le puse su lazo rosa y la senté al lado de Luna (una linda perrita con las orejas caídas), Gala (una linde gatita blanca), Mickey (un ratón gris) y Copito de Nieve (un mono blanco).
Empecé a contarles la historia de Sophie: esa princesa cuyo sueño era convertirse en sirena para poder encontrar al tritón perfecto. Después, escapar con él lejos para evadirse de la realidad.
–Esta historia se la inventó mi abuela–Les dije–.
Imaginaba que ellos me miraban y me decían "¿ah sí?" "¡qué historia más bonita!" pero se quedaban callados. Ojalá tuviera una hermana, así podría compartir con ella miles de secretos y miles de historias y podría jugar conmigo. Pero ese sueño no se haría realidad porque mis padres se pasaban el día trabajando, apenas podían estar por mí. Alguna vez venía la vecina, que parecía una de mis muñecas Barbie, a cuidarme pero prefería sentarse y mirar la televisión mientras yo en mi cuarto me perdía entre mil fantasías.
De pronto oí alguien que gritaba, parecía la voz de mi tío Jeff. Me levanté y me asomé por la baranda de la escalera. Había un montón de gente. Entre ellos pude ver a mi tío Jeff y a mis padres.
–¡Es una mierda que nuestra madre ya no esté aquí!–Dijo mi tío antes de marcharse dando un portazo–.
Tal como me habían explicado, la madre de nuestra madre y de nuestros tíos es nuestra abuela. Así que ¿mi abuela ya no estaba? ¿Qué quería decir el tío Jeff con esta frase? Al ver que mi mamá se giraba corrí a mi cuarto.
Al cabo de poco apareció ella y me preguntó si había estado escuchando. Yo lo negué con la cabeza. Ella sonrió y se giró para marcharse, pero antes que atravesara la puerta le dije:
–¿La abuela ya no está? –.
Ella se quedó parada. No caminaba ni adelante ni atrás. Al cabo de unos segundos se giró y dijo:
–No te preocupes por ella, está bien–.
Sabía que me diría eso porque siempre me lo decía. Me levanté y le dije decidida:
–Ahora mismo la voy a ver–.
–No–.
–¿Por qué?–.
–Siéntate en la cama–.
Me senté. Nos miramos. El silencio invadió la habitación. Y por fin mi mamá habló:
–La abuela estaba enferma y por mala suerte ya no está–.
–¿No la volveré a ver?–Pregunté con unas lágrimas en los ojos–.
Ella lo negó con la cabeza. Sentí un dolor muy fuerte en el corazón, como si me lo hubieran partido y noté como lagrimones resbalaban mi cara. Me estiré en la cama y me tapé la cara con un cojín. Sentí como mi mamá me acariciaba la espalda mientras decía con voz apagada:
–La muerte es desaparecer de este planeta. Así que cuando morimos vamos a vivir a un lugar donde solo hay felicidad. La abuela está en este lugar, cuando estés triste dile "ayúdame". No te responderá pero verás como te ayuda–.
Me levanté y la abracé. Oí los pasos de mi papá y inconscientemente levanté la cabeza. Estaba allí, de pie, apoyándose en la puerta. Mirándome con sus ojos negros, oscuros como la noche. Iba vestido con una camisa blanca, su corbata azul preferida y con unos pantalones grises con un cinturón grueso y negro. Se acercó, me hizo un beso en la frente y me cantó "Let it be".
Esa canción me hacía sentir libre, como un pájaro cuando le abren la jaula. Siempre, antes de dormir, él se sentaba a mi lado, me cogía y me sentaba en sus rodillas. Yo apoyaba la cabeza en su hombro. Él, con voz suave, empezaba a cantar y yo poco a poco iba cerrando los ojos hasta estar dormida.
Me levanté de la cama. Me dirigí hacia las escaleras. Bajé poco a poco, recordando a cada paso mi abuela. Al llegar abajo, me puse las botas de agua ya que llovía y salí al jardín. Entré en mi casita de madera, cogí los lápices de colores y las hojas de papel y empecé a dibujar ese día gris.
Pasaron los segundos, los minutos, y cada vez notaba más como ese día triste se apoderaba de mí. Levanté la cabeza y vi a través de la ventana esa curva perfecta que hacían los labios pintados de mi abuela. Miré sus ojos pero eran distintos a los de ella. Fue cuando me di cuenta que era mi madre y no la abuela. Vi cómo me saludaba pero bajé la cabeza, estaba decepcionada.
Segundos después apareció mi madre, se sentó a mi lado y comentó el dibujo diciendo "que bonito". Yo creía que esas nubes grises y esas montañas estaban deformadas. Mi mente no me había dejado pensar bien como eran en realidad.
–Ha parado de llover. Vámonos al parque–Propuso mi mamá–.
Acepté.
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La Verdad
RandomCatherine es una simple niña que vive en un mundo de fantasias. De golpe un echo hará que choque con la realidad y ya nada volverá a ser como antes. A partir de ahora vivirá en un mundo de tristezas, reconciliaciones, misterios, sufrimientos, amore...