~Reminding~

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Mis pies cuelgan sobre la cama y se mueven de un lado a otro inversamente provocando un choque entre ellos y un pequeño ruido, apenas audible.
Mis manos posadas sobre las finas cuerdas de nylon del encorvado y antiguo instrumento, tocan una suave y dulce melodía, de la cual mis oídos desconocen pero aprueban.
Mis ojos, perdidos en la desabrida pared de mi habitación, están fijos e inmóviles, en este momento, para ellos, no existen los parpadeos.
Mi mente comienza a viajar por el pasado; aquellos momentos que marcaron mi vida y nunca voy a olvidar. Los buenos tiempos; en mi niñez, cuando aprendí mi primer canción, cuando dedicaba mis días enteros a dibujar y pintar, cuando mi felicidad no tenía límites. A comienzos de mi adolescencia, cuando tuve mi primer grupo de amigas inseparables, cuando comencé a aprender de la vida, a conocer mis aficiones, cuando te conocí y todo cambió. Recuerdo que me dedicaste una de tus tímidas sonrisas y tu más dulce mirada. Recuerdo que allí empezó todo aunque me llevó tiempo descubrirlo.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro, provocando que mis ojos se arruguen un poco y, en ellos aparezca un delicado y especial brillo.
Continúo con la mirada perdida. Continúo recordando.
Cuando ambos sabíamos que, entre nosotros, existía algo. Algo más que sólo amistad, pero ninguno decía palabra alguna al respecto. Temíamos que algo malo pasara pero conforme conservábamos lo que teníamos.
Recuerdo aquel día en el que tuvimos el fallido intento de lo que, en realidad, nunca fue un beso, cuando nuestras manos estaban unidas, entrelazadas, tu pulgar acariciaba lenta y suavemente mi mano, dejando en ella una extraña pero bonita sensación. Nuestros rostros estaban a escasos centímetros y nuestros ojos se encontraban cerrados, disfrutando el momento. Cuando me abrazaste y me sentí segura por un momento, ese pequeño momento en el que tus brazos rodearon mi cintura y tu respiración chocaba en mi hombro.
Recuerdo todo eso y más. El día en el que esas dulces miradas se transformaron en rígidas, serias y sin interés. Cuando nuestras habituales charlas, pasaron de ser diarias a esporádicas, y así hasta desaparecer por completo.
Aquel especial brillo que habitaba en mis ojos se convirtió en una nube de tormenta cargada de una lluvia cristalina y llena de dolor retenida y esperando a salir.
Ahora rondan, en mi cabeza, numerosos interrogantes sin responder. Intento descubrir el por qué, pero es inútil. Intento olvidar los momentos que pasamos juntos, pero es en vano, porque termino recordándolo todo; cuando me acariciabas, cuando me dedicabas sonrisas, cuando nuestras miradas se encontraban...
La nube de tormenta situada en mis ojos, no soporta más la carga y estalla; dejando escapar todas las lágrimas retenidas cada uno de estos días. Caen en mis mejillas ferozmente, provocando que éstas queden rojizas y ardorosas.
Continúo llorando. Continúo recordando.
Cuando dijiste que me querías. Sollozo y fijo la mirada en mi guitarra.
Oh, mi fiel amiga. Siempre está cuando la necesito, empapada por mi llanto, me presta su hombro para desahogarme, su dulce melodía me calma y siempre enmudece para escucharme.
Suelto mi guitarra, la poso a mi lado, en la cama. Seco mis lágrimas e inhalo y exhalo repetidas veces hasta recuperar mi ritmo respiratorio. Que estúpido llorar por ti. Que estúpida soy. No lo haré otra vez, trataré de reírme de las lágrimas, transformar mis sollozos en canciones tocadas en mi guitarra, bailar en la tumba de mi tristeza; porque voy a aniquilarla, le dispararé con un arma de felicidad, cargada de balas de sonrisas, palabras divertidas y, definitivamente, amor; pero no amor por ti, amor por mí, por mi verdadera persona, no por mi talla, mi nombre o mi ropa, sino por los libros que he leído, la música que he disfrutado, las canciones que he cantado y todas las cosas que son parte de mí y de mi vida; y no puedo negarlo, tú fuiste parte de ella.
Quizás no pueda superar esto tan fácil, pero el tiempo sanará todo; no me hará olvidar, el olvido no existe, me hará crecer, madurar y razonar. Eso es lo que necesito.
La felicidad existe, no tienes que buscarla porque ya la tienes; cuando te ríes a carcajadas por un suceso divertido que haya ocurrido o por un simple chiste, estás en presencia de la felicidad aunque sea por un pequeño momento. Aprende que existen personas que no la conocen y tú que la tienes no la valoras.
Si estás sufriendo por amor y sientes que tu corazón se encoje y deja de latir, disfrútalo, disfruta ese dolor porque es parte de tu vida, es parte de ti.
Tómate un momento del día para ti mismo y piensa en lo afortunado que eres por lo que tienes y por lo que no tienes; razona, posees ese poder, piensa en las cosas que te hacen feliz, cuéntaselas a alguien, díselo al aire, él te escuchará; y agradece, hazlo, porque es lo que le falta a este egocéntrico mundo.
Escucho la voz de mi madre decir mi nombre. Me levanto de la cama y me detengo un momento frente al espejo, colgado en la pared de mi habitación, recojo mi cabello en una coleta y me sonrío con sinceridad. Abandono mi dormitorio y me dirijo hacia mi madre con los brazos extendidos para encerrarla en un cálido y hermoso abrazo.
Que afortunada que soy.

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Quiero aclarar que muchas veces ni yo creo en mis propios escritos, pero analizando muy a fondo tengo razón, en algunos casos, solo en algunos casos. Porque no hay que menospreciar esos pequeños momentos felices que tenemos.
Espero lo tomen en cuenta.
- Alma.

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