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—Hola, Rose, ¿todavía sigues siendo lesbiana?

La enfermera levantó la vista para sonreír al inesperado visitante, encantada detenerlo por allí, porque si de algo podía presumir aquel hombre era de simpatía.

—Pues sí. —Lo conocía desde hacía tiempo. A veces incluso había llegado a
plantearse volver a ser heterosexual por un día. Ian podía, sin duda, ser un bocadodelicioso —. Aunque... —Si bien tenía clara su sexualidad desde hacía mucho,disfrutaba provocándolo.

—¿Tienes dudas? —le preguntó un siempre sonriente Ian, tentándola, como erasu costumbre.

—A veces —respondió ella con la misma actitud distendida, producto sin duda
de una larga amistad, forjada a lo largo de los años—, pero siempre recupero el
sentido común en el último momento. —Cerró unos informes médicos en los que
estaba trabajando y le prestó toda su atención—. ¿Qué te trae por aquí? No tienespinta de estar enfermo.

Ian hizo una mueca al oír eso.
La procesión iba por dentro, como suele decirse.

—¿Está mi querido hermano libre?

—No sabría decirte, espera un segundo.

Rose se incorporó y salió de detrás de su escritorio, ofreciéndole una excelente
vista de su cuerpo enfundado en una bata blanca, vamos, la fantasía hecha realidadde la enfermera cachonda. Lástima que los dos tuvieran los mismos gustos sexuales.

Ambos se acostaban con mujeres.
La vio llamar con los nudillos a la puerta de la consulta y preguntar:

—¿Estás ocupado? —Asomó sólo la cabeza, empinando el trasero.

—No, así que no me busques más trabajo. Me largo a casa.

Ian oyó la voz malhumorada de su hermano. Pues iba a tener que aguantarse unpoco más. Necesitaba respuesta profesional.

—Me temo que no va a ser posible —anunció ella sonriente, manteniendo
momentáneamente oculta la identidad del paciente de última hora.

—Desvíalo a otro médico —indicó Matt, dejando claro que no tenía la más
mínima intención de pasar una sola consulta más.

—He pensado que siendo de la familia preferías atenderlo tú, pero si insistes...

Rose hizo amago de retirarse y cerrar la puerta, pero antes de que pudiera
hacerlo, Matt ya estaba preguntando rápidamente, con un leve tono de preocupación:

—¿No serán Wella o los niños?

Cansado de la espera, Ian caminó hasta la consulta y, sin pedir permiso, abrió
completamente la puerta dejándose ver, porque si aquellos dos se ponían a marear laperdiz él terminaría haciéndose viejo.

—Os dejo a solas —murmuró Rose apartándose de la puerta, dispuesta a dejar alos hermanitos.

—Otra vez será, aunque podrías hacer una cosa por mí —le dijo Ian a la
enfermera con una sonrisa y dándole un sonoro beso en los labios.

Ella, lejos de sentirse ofendida, le puso morritos.

—¿El qué? —inquirió sonriente.

Con aquel hombre siempre se divertía; él flirteaba, pero no babeaba como tantos
otros.

—Si no es mucho pedir...

—Al grano —lo interrumpió Matt impaciente —. No me apetece ver como peláisla pava delante de mis narices.

—Qué poca consideración —lo reprendió Ian antes de dirigirse a la enfermera—.
¿Me invitarás a una de esas fiestas que hacéis las chicas, de pijamas o lo que sea, y luego, cuando la cosa se ponga caliente, me dejarás mirar? —pidió educadamente y añadió por si acaso—: Prometo mantener las manos quietas.

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2016 ⏰

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