Mirror.

Reflejo.

La casa estaba vacía. El único que se encontraba dentro de ese tenebroso lugar -aunque sólo lo fuera por las noches-, era Evan, quien realmente no estaba en condiciones de estar solo, debido a sus alucinaciones.

Era una noche bastante normal, a decir verdad. El pequeño de 12 años se encontraba en la que era, hasta ese momento, habitación de sus padres. Sólo miraba la televisión, como cualquier otro niño. Pero de un momento a otro, caminó hacia el espejo de cuerpo entero que se encontraba a sólo unos metros de su posición anterior. Estaba haciéndolo de nuevo, estaba alucinando. O eso creía, ya que al ver su reflejo en dicho espejo, se encontró con una imagen que lo aterró por completo. ¿Esos eran sus padres? No podía ser. No podían haber muerto, no mientras volvían a casa. No ahora.
Evan solamente rogaba que fuera una alucinación más, como todas las otras. Que no fuera real.
-¡Por favor! ¡No se vayan, no me dejen! -sollozó el pequeño. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto; era sólo un niño. Nadie le creería si contaba esto a las autoridades. Nadie se haría cargo de él.

Lo que pensó al siguiente momento podría haber alertado a cualquiera que estuviera con él en ese momento. ¿Qué más le quedaba? Nada. Ya nada importaba.

Se dirigió a la mesa de noche de su padre. Quizás fuera pequeño, pero sabía lo que ocultaban sus progenitores. Tomó el revólver que se encontraba oculto entre papeles y objetos sin valor, y sin pensarlo, lo acercó a sus sienes.
-Si su destino es éste, el mío también lo será. -y disparó.