Style

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Medianoche.

La mesera del restaurant en el que estaba cenando con mi familia y con la familia de mi prometido se acercó y me pasó un papel como si se tratara de un secreto, de algo que los demás no debían ver. El papel contenía una única frase: "Nos vemos a medianoche como lo hacíamos antes". No fue necesario que preguntara quién había mandado aquel papel, yo lo sabía muy bien. Eras tú.

Dudé al menos un minuto antes de convencerme a mí misma que podía encontrarme contigo en aquel estacionamiento que fue testigo de tantas de nuestras noches universitarias. Aquello no significaba que tú y yo fuéramos a revivir viejos tiempos, aunque la verdad no tenía la más mínima idea de por qué querías verme después de cinco años. Pero así eres tú, impredecible.

Me las ingenié para alejarme de Esteban, mi prometido, argumentando que iría a dormir a la casa de una de las damas de honor para ultimar los detalles faltantes de nuestra boda. Me creyó cada palabra y me sentí culpable de mentir a mi futuro esposo por tu culpa.

Era la noche más fría del mes de junio, las nubes casi cubrían por completo a la luna y las luces de aquel estacionamiento apenas alumbraban el escenario en el que me encontraba.

Vienes y me recoges en ese auto que podría reconocerlo como tuyo en cualquier parte, estabas sin luces delanteras, como si no quisieras llamar la atención. Bajaste y me recibiste con los brazos abiertos como si esperaras que corriera a ellos y nos fundiéramos en un abrazo como los de antes.

"Creí que te alegrarías de verme." dijiste mientras me guiabas hasta tu auto.

"¿Qué quieres, Rubén?" pregunté antes de subir.

"Recordarte como era tu vida antes de que decidieras dejarme. Iremos a donde dijimos que viviríamos juntos."

No olvidaba aquel lugar en el que nos juramos eterno amor, no olvidé qué ocurrió después de aquello. Estaba dispuesta a hacer aquel largo viaje que planeaste, un largo viaje que podría terminar en llamas o en el paraíso.

"Ha pasado bastante tiempo desde que escuché algo de ti" comenté desviando mi vista hacia la ventana. Debí haberte dicho que te fueras porque desde que sentí tu aroma supe exactamente a dónde conduciría todo esto.

Me recordaste aquellos viejos tiempos en los que admiraba tu mirada soñadora de James Dean, aquella mirada en la que podía perderme. Sabía que todo lo que atravesaste en tu vida no cambiaría tu mirada así que, para recordarte que parte de mí seguía siendo la antigua Aracely, tenía esos clásicos labios rojos que te gustaban. Cuando éramos tan solo unos chiquillos pasábamos horas en aquel auto besándonos aunque hayamos terminado la relación 5 segundos atrás porque cuando nos veníamos abajo por cualquier razón volvíamos una y otra vez. Ese era nuestro estilo, así nos gustaba estar.

Bueno, en realidad, así fue hasta que me di cuenta que quería más, que necesitaba más para seguir adelante con mi vida. No necesitaba un muchacho que quisiera formar una banda de rock para ganarse la vida o que su idea de trabajo fuera tocar en fiesta de adolescentes. De un momento a otro aquellas cosas dejaron de parecerme atractivas.

Pero el día que nos reencontramos sentí que era de nuevo aquella Aracely que todo lo que quería era salir con el chico más atractivo que podía existir, aquel chico que hacía que mis piernas parecieran hechas de gelatina. Aquel día tenías el cabello largo peinado hacia atrás, una camiseta blanca que marcaba tu ejercitado cuerpo y yo tenía esa fe ciega de buena chica que creía que todo lo que querías hacer era hablar. Pero, obviamente, una parte de mí no quería solo hablar, ¿por qué otra razón habría elegido una falda corta ceñida para usar esa noche? Ese era nuestro estilo, provocar una atracción física inevitable entre nosotros.

Entonces ocurrió. Tú no pudiste mantener tus salvajes ojos en la carretera, no dejabas de mirarme y no me incomodaba que lo hicieras, quería que me miraras como hacías antes, quería despertar en ti los mismos sentimientos que hace tanto tiempo.

Me llevaste a tu casa, estaba igual que años atrás: demostraba que nunca estabas allí y que apenas sacabas tus cosas de las cajas. Cuando te pregunté por qué no desempacabas me decías que era porque así estarías listo para mudarte, para cambiar de vida cuando quisieras. Las luces estaban apagadas, te quitaste el abrigo y sin titubeos me rodeaste la cintura y me acercaste a ti. Sentí más de cerca tu aroma a cigarro mezclada con colonia masculina. Puse mis brazos sobre tus hombros como si así lograra mantener la distancia entre nosotros.

Mi cabeza me repetía que debía pensar en mi prometido pero el resto de mi cuerpo me decía que debía estar lo más cerca posible de ti. Me besaste. Por alguna razón tus besos me transportaron años atrás, todo lo que intenté olvidar volvió a la superficie de mi conciencia: tus besos, nuestras noches en la cama, las palabras que me decías, las peleas que teníamos, las veces que te encontré con otras chicas pero aun así volvíamos a estar juntos, la adrenalina que sentía por estar con un chico como tú, por desafiar todas las reglas que me imponían mis padres. Ese era mi estilo de vida a los 21 y me gustaba porque también era tu estilo.

Aparté de mi boca para decirle: "escuché que has estado de un lado para otro con una chica". Sin intentar mentirme respondes "lo que oíste es cierto". Sentí algo de dolor en mi pecho, en tiempos pasados lo habrías negado todo, me habría dicho que yo era la única que te importaba. "Pero no puedo dejar de pensar en ti" agregaste haciendo que volviera a sonreír "todo lo que hago desde que me dejaste es pensar en ti, extrañaba tus besos, tu cuerpo."

"También me ha pasado algunas veces" te confesé y volví a acercar tus labios a los míos. Tus manos levantaban mi blusa y se deslizaban por debajo de mi corta falda, me agradeciste por haberme puesto esa ropa. También te quité esa camiseta blanca que tanto me gustaba en ti.

Y pasó, pasó todo lo que tenía que pasar. Fue como la primera vez que lo hicimos, no creí que nadie volvería a hacerme sentir así. Recordé por qué te amaba tanto, por qué estaba dispuesta a hacer por ti cualquier cosa, era como me hacías sentir, se trataba de cómo era yo cuando estaba contigo: Una persona a la que no le importa el pasado o el futuro, que vive y disfruta del presente, de lo que tiene en ese momento. Me pareció increíble cómo podías cambiar todo lo que consideraba como un hecho, cómo eras capaz de transformarme sin siquiera estar pendiente de ello. Tenías que tener algún tipo de embrujo sobre mí, podía ser tu mirada, tu cabello, la forma en la que se formaba un pequeño y casi imperceptible hoyuelo en las comisuras de tus labios, pero yo estaba rendida a tus pies.

Si en aquel momento me hubieras dicho que escapara contigo lo habría hecho, si me pedías que matara lo habría hecho.

"Fue divertido, es genial saber que no has cambiado, me muero por seguir teniendo estos encuentros a espaldas de tu esposo"

"¿Qué?" pregunté esperando que se riera y me dijera que era una broma, que lo que le excitaba era yo y no la idea de estar a escondidas con la esposa de alguien.

"Deberíamos repetirlo cada dos noches."

"Llévame a casa."

"¿Qué?"

"¡Llévame a casa, llévame a casa, llévame a casa!" grité juntando toda mi ropa regada por el piso. Me miraste como si me hubiera vuelto loca.

Mis carcajadas se mezclaban con sollozos. Era una tonta, estuve dispuesta a renunciar a la vida que tanto tiempo me costó armar para escaparme en la primera oportunidad con alguien que creía que la vida era un juego. Estaba dispuesta a renunciar a mí misma por alguien que no creía que yo valiera lo suficiente.

Hay algo que me enseñaste aquella noche, algunas cosas del pasado las enterramos por un motivo, para continuar con nuestras vidas, y el hecho de desenterrarlas no siempre es bueno, a veces no nos ayudan a seguir adelante, a veces nos estancan, a veces solo generan problemas.

Tú eras una máquina creadora de problemas. Era cierto lo que decían de ti: todo lo que tocas se destroza y ni siquiera te importa hacerlo. No lo conseguiste conmigo porque la noche que decidí alejarme de ti, hace casi cinco años, también decidí que yo valía lo suficiente para dejar aquello que no era sano para la vida que añoraba.

Perdí mi balance, me desequilibraste. Ese era tu estilo.

Pero no era el mío. 

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⏰ Última actualización: Mar 10, 2016 ⏰

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