Todo seguía igual. El tiempo no existía, el pasado y el futuro no significaban nada para ella.
A veces se ponía a rumiar abrazada a su regazo, sentada en aquel banco húmedo, arropada por cipreses y el murmullo de los ruiseñores. Se preguntaba el por qué de una herencia tan ostentosa si su única compañía en aquel palacio eran las ratas y termitas que lo carcomían.
Ella era una chica poco común, había sido cocida, cosida y al cabo creada con trozos de materia muerta. Los rayos solares dieron vida a su corazón. Tenia el pelo electrizado, canas prematuras, la lengua bífida y para rematar el sarcasmo, la bautizaron Elizabeth.
Doblan las campanas que señalan su cita, es la hora esperada de todos los días. Un escalofrío recorre su espina dorsal, las moscas revolotean en su estómago, nada ha cambiado.
Se emperifolla y se dispone a salir, con las prisas una de las vendas de esparadrapo que recubren su cuerpo queda enganchada al picaporte obligándola a volver. El viento aprieta, pero a despecho de los contratiempos consigue llegar hasta él.
Era un tipo robusto, con aspecto demacrado, rostro frío aunque envuelto en un halo de misterio entrañable. Él mora en el bosque, que le proporciona su sustento y el clímax mas adecuado a su naturaleza.
_Perdón por la demora.-Se disculpa. Él no contesta, ni asiente solo esboza esa extraña sonrisa. Es una sonrisa algo vacilante, pero autentica, y a ella le resulto lo bastante entrañable para besarla, primero un lado y luego el otro, en aras del equilibrio.
Elizabeth hace ademán de querer abrazarlo pero la detiene y le dice con un gesto de índice que se acerque. Comienza a mudarle las vendas deshilachadas, le ofrece las provisiones recolectadas durante la caza y la aprieta, entre la fuerza y la suavidad...contra el felpudo de su pecho. Le proporciona tal calor que no cree necesitar la caldera en lo que resta de semana. Su adiós lo sella con un beso en la frente.
La frustración le puede, sus intenciones de rendición, dulce rendición...han vuelto a ser disuadidas por su sutiles encantos. Impregnada por la ira le encantaría poder desahogarse en sollozos pero por mas que aprieta los ojos y jadea no consigue derramar una lágrima. A veces piensa que su creador erró, colocándole un hígado en la cavidad torácica. La vida y las cicatrices pasadas le han inculcado una filosofía hedonista, y sabe que Él no será mas que un placer efímero y que a pesar de infringir dolor al recodar no dejara de querer mas, más...

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Pinceladas de percepción felina
SpiritualFragmentos de universos paralelos en los que asomarse y pasear.