Sin manos

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No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado desde el día en que ese muchacho se apareció, cargando una enorme mochila para mudarse con él. ¿Uno, dos meses? Probablemente más. El punto era que se estaba tornando incómodo.

No es que fuera un chico problemático, en absoluto. No solo limpiaba y cocinaba a la perfección, sino que se acoplaba al ambiente. Era la mejor compañía que jamás había tenido en toda su vida. Alguien parecido y abismalmente distinto, ambas cosas al mismo tiempo.

Por eso mismo era inquietante. Estaba viéndolo demasiado. Ese mocoso sin siquiera saberlo lo forzaba a seguirlo con la mirada, como si tuviera los ojos adheridos a su metálica anatomía, invadía sus pensamientos y llenaba su estómago de sensaciones extrañas.

Y allí estaba él otra vez. Mirándole a escondidas mientras fingía leer manga. Genos llevaba horas frente a la vela, tratando de mover la flama protegida del exterior por la tapa de cristal.

Saitama se recreaba estudiandolo. El joven fruncía los labios cuando se concentraba al punto de forzar la mente y el brillo en sus ojos se intensificaba.

Sonrió divertido al recordar la ocasión en que ambos se sentaron junto a la ventana que daba al balcón para un ejercicio sencillo. Le había pedido que enfrentara las palmas delante suyo y reuniera las particulas de polvo que levitaban en el aire. Genos gritaba, su cuerpo zumbaba ruidoso y hacía una cara terrorífica. Al principio sentía que era estúpido y le hacía perder el tiempo, pero pasados los días sus ojos empezaron a captarlo como algo tierno.
"Es lindo", pensó sin darse cuenta de que sus orbes comenzaban a desviarse del bello rostro del rubio hacia la nuca pálida y delgada, bajando suavemente por la espalda.

No solo era leal y sumamente listo, sino también un precioso regalo a la vista, ese doctor suyo era muy talentoso. A pesar de ser metal, los trazos eran tan exquisitos. Cada detalle se le antojaba una obra maestra. Si no fuera que ya lo había visto desnudo una vez, no le habría creído que poseía partes artificiales.

Deslizó la mirada como en un tobogán por la columna de Genos. "Tan sexy.." A medida que descendía, el calor se apoderaba de su pecho, su espalda sudaba y un peligroso escozor estaba atacando sus pantalones.

Fue cuando sus orbes negros cayeron en el esponjoso trasero del cyborg, que el psíquico sintió sus pensamientos y respiración dispararse en todas direcciones fuera de control.

- ¿Mh? - el rubio se sobresaltó ligeramente y viró llevando una mano a su parte inferior trasera, palpando intrigado. "¿Qué fue eso?".
Sus más íntimos tornillos se habían estremecido hacia un par de segundos. Tal impresión...

Notó a su maestro leyendo a unos pasos de distancia detrás suyo, recostado en el suelo sobre los futones apilados.
Fijó la mirada y activó sus escaneres como una oportunidad inusual de aprender más de su maestro, sorprendiéndose sobremanera al leer la información en pantalla "¡¿40°C?!¿¿Tendrá fiebre??". Todo su cuerpo expelía calor y un poder aplastante que fácilmente cubría un rango de cincuenta kilómetros a la redonda.¡Pero si solo estaba leyendo!

"Como era de esperarse de sensei" se volteó nuevamente a la mesa, viendo la vela casi consumida sobre el pequeño plato de vidrio "Su poder es tan abrumador que la atmósfera y todos los componentes a su alrededor se ven afectados, impresionante".

Saitama tenía la cara enterrada en el manga para ocultar el sudor y sonrojo delatores "¡LE TOQUÉ EL TRASERO!"

Siendo un esper tan ridículamente poderoso, no necesitaba manos para tocar a Genos, con solo pensarlo estaba hecho. Pero eso no era lo que el lampiño queria y le gustase o no, era apenas el inicio de su tortura.

Sin manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora