•Emparedado de salmón ahumado con vegetales hervidos y té de limón•

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- 15 segundos, solo 15 segundos más -Se dice mentalmente mientras muerde la pluma nerviosa y mira intercaladamente el reloj y el espejo que da hacia la puerta esperando que se abra- En cualquier segundo... - 'Tin tin' -Se oye la campanilla que indica que se abre la puerta del establecimiento- -Mira de nuevo por el espejo- Ahí esta -Dice en su mente, se acomoda el cabello nerviosa y comienza a observarlo como es costumbre, esperando su entrada-

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Todos los días, justo a las 2:45 pm exactamente se escucha la campanilla que indica que alguien ha entrado a la pequeña y acogedora cafetería, ese alguien como todos los días, después de entrar mira de reojo hacia ambos lados del establecimiento buscando cual de sus mesas individuales predilectas esta vacía luego con un aire de gracia se acomoda las gafas y acto seguido camina en dirección hacia una, deja su portafolio sobre esta, se saca el saco, se remanga la camisa y se sienta, toma la carta de menús que descansaba sobre la mesa, la abre y cierra inmediatamente ya sabiendo que ordenar, la deja a un lado y espera.

- Bien, aquí voy -Se dice en sus adentros, se mira por ultima vez en el espejo y una vez que confirma que se ve lo suficientemente bien camina en dirección a la mesa- Buenas tardes señor -Dice amable y con una gran sonrisa, al borde del desmayo por los nervios- ¿Qué desea ordenar? -Pregunta con gracia ya sabiendo la respuesta-

-La mira de reojo y suspira silenciosamente- El menú número 8 por favor -Dice sin más y acomoda sus gafas-

- Lo mismo de todos los días -Piensa su mente- Un emparedado de salmón ahumado con vegetales hervidos y té de limón -Dice mientras anota en su pequeña libreta- Enseguida -Lo mira por ultima vez mientras sonríe y se va a dar la orden al cocinero-

Después de eso, como de costumbre, el señor Spears estira la mano a su portafolio, lo abre y saca el libro de la semana. Esta vez una novela antigua que relata la historia de amor de un oficinista y una mesera, lo abre y busca la hoja en donde se quedo el día anterior, se acomoda pegando por completo la espalda en el respaldo de la silla, cruza su pierna izquierda sobre la derecha, se acomoda las gafas y comienza a leer. No puede evitar suspirar al leer el nombre de la mesera de la historia. "______", dice en su mente, mientras voltea a ver de reojo a la mesera que le tomo la orden; "______" vuelve a repetir su mente y regresa al libro. Que curioso que la mesera de su acaramelado libro tenga el mismo nombre de la mesera que lo atiende todos los días. Sigue leyendo y aguardando no pasan más de 15 minutos cuando una voz lo llama.

- Señor -Dice la mesera- -Este voltea a verla sin mostrar algún tipo de expresión- Su comida -Dice y comienza por dejar el plato con el emparedado. Este por inercia cierra el libro y se acerca con la silla un poco más a la mesa, sin apartar la vista de las delicadas manos de la mesera que lo atiende desde que conoció esa singular cafetería y por la que ha ido desde entonces-

- Gracias -Dice volteando a ver su rostro-

- De nada -Contesta mientras deja la pequeña taza de porcelana con detalles dorados y le vierte el té-

Spears solo atiende a suspirar y apartar la vista del perfecto rostro de la mesera y posarla en su comida.

- Buen provecho -Dice, lo mira por ultima vez, se sonroja, sonríe y se va-

Después de dejar la comida y verificar que todo estuviera en orden y que nadie la necesitará, se pozo detrás de la barra y como indicaban sus labores se puso a ordenar los frascos de especias y demás que no estuviera en su lugar, luego cuando termino saco de debajo del mostrador el libro que estaba leyendo, busco la hoja donde se había quedado y una vez que la encontró apoyo el libro sobre la barra y comenzó a leer. Esta vez leía la historia de amor de un oficinista que se enamoraba de una mesera e iba todos los días a la cafetería donde trabajaba usando de pretexto la hora de la comida para verla. -Suspiro sonoramente mientras leía- "William" -Dijo en su mente y sonrió sonrojada mientras imaginaba divertidamente que ese era el nombre de aquel hombre que iba todos los días a comer el menú número 8 y lo que leía era su historia de amor. Por inercia dirigió su mirada hacia aquel hombre, solo para encontrarse que él a pesar de también tener el libro abierto sobre la mesa a un lado de su plato se encontraba viéndola a ella con el mayor descuido del mundo, al darse cuenta ambos apartaron la vista visiblemente apenados y ella totalmente colorada y volvieron a sus libros con los corazones a mil por hora.

Al cabo de una hora y después de que ella atendiera a algunos clientes sin dejar de mirar al señor del menú número 8 cuantas veces podía, volvió a posicionarse detrás de la barra para dar el ultimo vistazo del día al hombre que amaba en firme secreto. Lo vio hacer la silla hacia atrás para pararse, tomar su portafolio, abrirlo y guardar el libro, luego lo vio sacar su billetera del bolsillo trasero del pantalón, tomar unos cuantos billetes de esta, dejarlos sobre la mesa, tomar su saco y doblarlo sobre su brazo, mirar su fino reloj de muñeca, acomodarse las gafas y comenzar a avanzar hacia la puerta, todo esto en perfecta sincronía y orden y sin perder la elegancia y gracia de su persona. - Como todos los días -Se dijo en sus adentros-

Siguió observando su andar hacia la puerta y también vio como estiro el brazo para tomar la perilla y justo antes de abrirla volteo hacia ella e hizo una muy leve y sutil reverencia con la cabeza en señal de agradecimiento por la comida, recibiendo una muy grande y sonrojada sonrisa por parte de ella que no perdió detalle de todos sus movimientos. Después de eso, salió rápidamente.

Una vez que ______ salió de su trance se acerco hacia la mesa que había ocupado su amado, puso la charola en la mesa y se dispuso a recoger los platos ya vacíos, luego tomo el dinero que descansaba sobre esta, camino hacia la barra y dejo los platos en la bandeja donde se ponían para ser lavados, después separo el dinero y puso la cantidad exacta de lo que valía el menú número 8 en la caja registradora y el sobrante lo guardo en un pequeño bolso de su delantal pues ya sabia que eso era su propina.

Una vez que lo hizo se recargo en la barra, suspiro sonoramente y sonrió mientras negaba con la cabeza divertida, reprendiéndose que parecía una adolescente enamorada, suspiro una vez más y volteo a ver el reloj deseando que llegarán rápido las 2:45 pm del día siguiente para volver a ver al hombre del menú número 8.

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                                                           Fin.

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El menú número 8. [William T. Spears x Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora