Nueva en la ciudad

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Me llamo Mia. Soy una chica de estatura media, pelo muy liso y de color castaño medio oscuro con alguna que otra mecha blanca. Me gusta mucho escuchar música, jugar a videojuegos con amigos, comer chocolate y, salir con mis amigos y amigas. Suelo tener facilidad en relacionarme con la gente, especialmente con los chicos, dicen que soy muy maja y adorable, y me suelo llevar bien con mi familia, especialmente porque casi siempre hago lo que me piden y están contentos con eso.

Hoy es mi primer día en Freylea, la nueva ciudad a la que mis padres, mi perrito de aguas marrón Zeus y yo nos acabamos de mudar. No estoy muy contenta, porque he tenido que dejar el lugar donde están mis amigos y donde me sentía como en casa, principalmente porque ese era mi hogar.

Me di cuenta de que era una ciudad grande, con muchos edificios altos, especialmente blancos y de aspecto bohemio. Las calles principales eran larguísimas, parecían no acabar nunca, y hacían muchos movimientos curvos. Había farolas por todos lados, aunque eran pequeñas y de color negro y esto les daba elegancia. Las estaciones de metro eran estrechas e incómodas, porque la gente siempre prefería el metro al autobús urbano, por lo que la estación del metro siempre estaba a rebosar de gente, gente desconocida que se te quedaba mirando de una manera que no gustaba a cualquiera. Esto me incomodaba mucho.

Llegamos a nuestro nuevo hogar. Era un edificio de esos altos, más moderno, todo cubierto de esos cristales que hacen que los rayos del sol se reflejen en ellos y te acaben cegando. Entramos y tomamos el ascensor al piso 7º. Zeus estaba muy nervioso, ya que nuestra antigua casa no tenía ascensor, siempre habíamos subido por las escaleras.

Por fin llegamos al 7º piso. Mi padre sacó las llaves mientras mi madre sujetaba a Zeus con la correa para que dejara de saltar y moverse nervioso. Entramos en nuestra nueva casa y nos instalamos bien, ya que era una casa bastante ancha, espaciosa, cómoda y tranquila. Mi habitación la elegí yo. Era una habitación no muy ancha, pero cómoda y tranquila, con una gran ventana transparente que permitía observar las calles. Me instalé allí y me acosté y me dormí, porque estaba muy cansada y, aparte, no tardaría en hacerse de noche.

A la mañana siguiente, tenía clase en mi nuevo instituto. Me arreglé, desayuné, cogí mi cartera y mis libros y salí de la casa. En la calle, activé el navegador en mi móvil y me dejé guiar hasta el instituto.

Cogí no sé cuantas líneas distintas de metro, hasta que al final salí de la última y empecé a caminar por una calle de esas curvas que no terminan de lo largas que son. Caminé hasta que llegué a un semáforo, debía cruzarlo. Esperé a que se pusiera en verde junto con otras personas. 

Se puso en verde. Eché un vistazo a mi reloj de muñeca y me di cuenta de que, si no me daba prisa, llegaría tarde. Eché a correr por el paso de peatones. Cuando estaba a punto de alcanzar la acera siguiente, una muchacha se dispuso a pasar delante de mí. Yo iba sin frenos, y choqué inevitablemente con ella. Ambas caímos al suelo, dejando caer nuestras mochilas. A ella se le cayeron un libro y unas cuantas hojas llenas de apuntes.

Yo estaba aturdida, con la vista nublada. Cuando eché un vistazo, me di cuenta de que estaba sobre ella, y que me miraba con expresión de no comprender nada. Inmediatamente me quité de encima de ella y la ayudé a incorporarse.

-Lo siento mucho...-le dije con vergüenza, tendiéndole la mano.

   Al darme la mano, pude notar que la tenía muy muy suave, de un tacto agradable, muy blanca y con unas uñas muy bien cuidadas. Eso me hizo recordar que yo me mordía las mías y que estaba intentando dejarlo. Cuando se incorporó, pude comprobar que era una muchacha muy guapa, de tez pálida pero no desagradable a la vista, raya negra, rimel negro y sombra negra en los ojos. Sus labios eran rosados y un poco morados, al natural, pero eran muy bonitos. Su pelo era negro con cierto brillo azulado, muy muy liso y con un flequillo recto, perfectamente peinado, que le recorría y tapaba toda la frente. Iba vestida con una falda negra, una camiseta blanca con un dibujo de una calavera rosa y dos botones en el cuello de la camiseta, y no llevaba medias ni nada en sus piernas pálidas y de apariencia suave, pero sí llevaba unas botas negras chulísimas, al estilo militar y brillantes con una cadena metálica reluciente.

Nos quedamos mirándonos un instante y luego le devolví su mochila que estaba en el suelo y se la tendí.

-No pasa nada, tranquila.-me respondió ella con una media sonrisa, cogiendo su mochila.

-Lo siento mucho de verdad...-insistí, y dándome cuenta de que llegaba tarde, me dispuse a despedirme con un gesto con la mano, y salí corriendo, dejándola atrás, mirando como me alejaba a toda velocidad.


Love is loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora