"Tú también a mi"

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Teníamos apenas dos semanas para leer el libro y hacer el trabajo en parejas.

Sarah y yo acordamos quedar y leer el libro juntas, turnándonos las casas. Y si había alguien en ambos hogares, iríamos a cualquier sitio tranquilo donde poder leer y sacar conclusiones de la lectura.

El primer día me tocó a mí ir a su casa. No había instituto, ya que era fin de semana, de modo que pasé toda la mañana sentada en mi ordenador, con el pijama corto puesto y el pelo revuelto, escuchando canciones variadas de algunos de mis grupos favoritos de rock, heavy metal, dubstep o algo de kpop, y jugando a juegos variados como el Black Opps III, Uncharted y juegos de pelea del estilo.

Aún así, me sentía extraña. Por alguna razón, me ponía nerviosa pensar que aquella tarde iría a su casa, que la vería, que estaría con ella...y que ella me miraría a los ojos...

Traté de tranquilizarme y sacudí mi cabeza, apartando esos pensamientos de mi mente. "Claro que me mirará a los ojos, como a cualquier persona con la que estuviera hablando"- pensé casi automáticamente y luego volví con mi partida de ordenador. Y así estuve hasta que llegó la hora de prepararme para ir a casa de mi compañera.

Yo solía tomarme mi tiempo para arreglarme a la hora de salir a algún sitio, fuera con quien fuese, pero por alguna razón esa vez no tardé nada vestirme con una blusa negra, con laterales de encaje y calaveras y unos pantalones negros que dejaban al descubierto los tobillos, los cuales cubrí con unas largas botas negras, llenas de cordones y cadenas. Me peiné el pelo lo mejor que pude, dejándolo suelto y me puse un poco de raya negra en los ojos. Una vez lista, cogí mi mochilita pequeña negra, metí dentro el libro, una libreta y un estuche pequeño y lila con dibujos chibis. Bajé las escaleras a toda prisa, a pesar de que llegaba de sobra, pues Sarah vivía cerca de mi casa. Observé mi rostro en el espejo de la entrada en busca de alguna imperfección antes de salir de la vivienda, cosa que, me dí cuenta, nunca antes me había preocupado.

Cada paso que daba era más pesado pero a la vez más grande. Mi cuerpo pedía llegar, pero yo estaba muy nerviosa y desconocía el motivo. Caminaba por la calle con pies de plomo. Y cuando estuve frente la puerta de su casa, las piernas me temblaron un instante. Traté de mantenerme calmada y de parecer tranquila aunque en el fondo no lo estuviera. Tomé aire y llamé al timbre.

El padre abrió la puerta, un señor alto, con barba y gafas y vestido formalmente (camisa blanca a rayas verticales azules y canela y vaqueros normales, nada que resaltar).

-"Aaah, eres la compañera de trabajo de mi hija."- dijo al observar la mochila colgada a mi espalda.- "Pasa, pasa, está arriba, en su habitación, esperándote."

Me guió por un salón bastante amplio y redondo hasta unas escaleras de una madera moderna y bien barnizada. Mientras subía por la escalera, me pareció ver una leve sonrisa dibujada en el rostro del hombre mientras se iba de allí. No le di mas importancia y seguí subiendo hasta llegar al final de la escalera, donde había una puertecita blanca con un calendario bastante relleno con notas y fechas de eventos. Oí los suspiros de ella en el interior de la habitación, no lo resistí más, llamé y entré.

Creí ver el cielo cuando ella me sonrió.

-"Puntual por lo que veo"

-"No te creas, vine rápido, me despisté, lo siento..."

-"No te disculpes por una cosa así. Has llegado puntual y no me hubiera importado esperarte las horas que hubieran hecho falta."- con estas palabras, mi corazón se agitó tan fuerte dentro de mi pecho que creí que se me salía, y más cuando me guiñó un ojo.

-"Bueno, ¿manos a la obra?"- volvió a sonreírme.

-"Vamos allá".- dije yo y sin pensármelo dos veces saqué de la mochila el librito y se lo di para compartirlo ambas.

Nos turnamos para leerlo, fue increíble. Conforme avanzaba el día pude darme cuenta de que algo en mí había nacido por ella, algo grande, algo que hacía que me sonrojara cada vez que la mirara a los ojos: me gustaba. Lo tuve claro, me gustaba mucho mucho. Lo guapa que era, su sonrisa, sus ojos, su piel pálida como la nieve, sus labios rosados perfectamente moldeados...sentí ganas de besarlos en ciertas ocasiones, cuando ella leía y yo la escuchaba y miraba embobada. Me pondrían un 0 en el trabajo por prestarle toda mi atención a ella y no al libro, pensé, pero en el fondo no me importaba. Contemplarla era un mundo.

Al final del día ella me acompañó a mi casa. En el portal me susurró:

-"Me he dado cuenta, tú ami también."- y sin pensárselo dos veces se acercó a mí, me cogió suavemente de la nuca y me plantó un beso tan dulce en los labios que creí que me derretía.- "Hasta mañana".- se despidió y se perdió en la oscuridad de la noche. Me quedé un rato más allí, asimilando lo que había pasado y después me di la vuelta y entré en casa.



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