Scars...

Todo era normal, los días normales pasaban a su tiempo. La mañanas eran cansadoras y las noches revoltosas. La personas que conocía pasaban a mi lado, las personas que quería reían junto a mi. Mi padre seguía con vida. Mi casa era tranquila y silenciosa, con los rayos del sol atravesando todas las ventanas, mi sala de estar no estaba apestada a sangre. No tenia esta cicatriz en la espalda. Y lo mas importante, la vista, la que se puede ver desde el balcón de mi casa, atravesando el césped verde, la piscina con agua cristalina y pintada de azul, bajando esas escaleras de piedra que parecen teletransportarte a un mundo mágico. Una vista así no se puede olvidar. Un horizonte lleno de arboles, con una gran montaña en un costado, entremedio se podían apreciar algunas casas, los dos institutos y los postes de luz que desde esta distancia se veían como pequeños palitos grises difusos. En el otro costado se podía ver perfectamente el sol cayendo, provocando que el color naranjo se apoderaba de la tarde, sin olvidar a los colores rojizos, azules y morados, todos mezclados entre si, finalmente, si ponías atención , lo verdosos aguados junto a las copas de los arboles. 

Todo eso, mi mundo, mi realidad, mi vida. Todo. Destruido en dos meses, en exactamente sesenta y un días. No solo el mio fue destruido, el de toda la gente, del todo el mundo.

Ya todos deben estar muertos, no lo se. Solo queda mi madre, mis dos hermanas y yo. En esta casa en la montaña, solo que nos acompaña algo mas y no es humano... ninguno de ellos lo es.

-." Te prometo que las cuidare".-