Comienza

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Josh Kellin, un adolescente de 16 años.
Alto, cabello castaño, pestañas largas. Era un chico con una vida un tanto agitada, el trabajo de sus padres lo mantenía siempre mudándose de un lado para otro.
Hasta que una mañana su madre lo levanta:

-¡Josh, levántate. Llegarás tarde!-grita su madre desde la cocina.

-¡Bien, mamá!-responde y se acuesta unos 5 minutos más.

Se levantó, aunque ese día sentía algo extraño... Algo raro.

7 minutos en la ducha. 2 en vestirse. La mochila la lleva colgando y el desayuno.... Para después.
Así comienza su día, como siempre ajetreado. Llega tarde y se da cuenta de que ese día en la secundaria será normal. Los mismos castigos de siempre. Esta vez fue por llegar tarde y por escuchar música a todo volumen en un examen. 1 hora y 30 minutos de castigo.

Al salir, decide caminar por el parque. Wow, ese parque tan genial que nunca visita. Hoy lo ve mas iluminado, ha de ser porque el festival se acerca y los niños andan mas acelerados y visitan con mas frecuencia el parque. Hay familias por montón y eso le aburría. Ya que, nunca su familia fue unida. Siempre trabajo, trabajo, trabajo y dinero. Su madre nunca le preguntaba cómo le iba en la secundaria, o si quería alguna comida en especial, o le hacía cariño. Su padre solo le preocupaba que Josh tuviera buenas calificaciones.

Asi que, se fue a un lado apartado del parque. Uno donde nunca llegaba nadie. Estaba lleno de tierra y fue extraño, ya que Josh tampoco había ido antes a ese lugar.
Se sentó a mirar el cielo. Y un poco más allá divisó algo alto, y de varios colores. Algo extrañado, fue a ver de qué se trataba. Caminó lento, y con cuidado. El suelo no parecía muy seguro con toda esa basura vieja que nadie recogió. Al llegar, se asombró y se acercó a lo que parecían ser relojes altos. Habrá contado 24 en total y en uno había algo escrito. Le quitó el polvo de encima y leyó: "outré"

Trató de recordar de su clase de idiomas qué significaba. Pero no pudo recordar nada. No conocía esa palabra. Asi que fue mirando uno a uno los relojes. Cada uno tenía algo distinto, color, diseño. Hasta que llegó al último y ese le hizo sentir ese algo especial y raro que sintió en la mañana. Caminó y lo vió, ese reloj era majestuoso. Se quedó asombrado ya que todos los otros estaban cubiertos con una capa de polvo y éste en específico estaba en perfectas condiciones. Iba a tocarlo. Estaba a punto. Pero sintió unos pasos y trató de esconderse pero el individuo ya estaba demasiado cerca.

-¡Hey, tú!. Niño, ¿qué haces aquí?-

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