La música se detenía de aquel recinto, Sofofofa caminaba fuera de su habitación para poder salir, tenía unos asuntos pendientes que resolver y un amor que intentaría recuperar, las tres de la tarde marcaba el viejo reloj que se encontraba en la sala, la señorita sonrió por el mucho tiempo que tenia de sobra para poder llevar a cabo su plan, antes de irse de su hogar acomodo su hermoso vestido rojo y su gran sombrero negro que acompañaban a los grandes nervios que sentía.
El aire fresco golpeo su rostro al momento de abandonar el lugar, paso por movida avenida llena de grandes peculiaridades para nosotros pero para los ojos de la ensombrerada era otro día comúnmente normal en su vida, el diciembre del 2018 transcurría de una manera acogedora mientras que en la ciudad miles e increíbles historias se creaban a su vez, en su camino a la parada, una elegante mujer blanca deambulaba con unas pequeñas lagrimas negras por las mejillas de su inmaculado rostro, un hombre ciervo paseaba con una linda chica con un gran aspecto de inocencia por el otro lado de la calle, pero por el momento, la cabeza de Sofofofa pasaba de largo estos detalles ya que era un manojo de ansiedad e inquietud. Ella llego a la parada y se sentó en una de las bancas de espera, que raramente tenía la frase "HEY MOON" en un blanco brillante, una señora joven hacia su aparición y tomaba asiento en el otro extremo de la misma banca con lo que parecía ser su hija, una niña de enormes ojos verdes, cabello ruloso y con un chaleco de colores entre rojo, azul y amarillo, la pequeña le regalo una cálida sonrisa a nuestra protagonista para después darle un gran abrazo a su madre, ambas cosas fueron correspondida de manera casi inmediata, la ensombrerada pudo apreciar en la otra banca de la parada a un conejo amarillo, un reno celeste y una osita rosa en una incómoda escena. Eso iba a terminar mal.
Llego su colectivo, para su sorpresa, fue la única que subió de aquella parada, al estar adentro pago la tarifa y aprecio a sus compañeros de viaje: Un hombre parcialmente negro de ojos blancos, un mimo con pose altanera e impecable traje, un Michael Jackson región cuatro, un soldado con los ojos rojos claramente por haber estado llorando, un limpia techos muy ensuciado y tipo flacucho de lentes portando un no tan favorecedor traje gris con corbata aqua, Sofofofa agradeció a Satán porque transporte iba casi vacío por lo que podía tomar asiento solitariamente con toda tranquilidad, se sentó por la parte izquierda media y contemplo por la ventana el exterior, iba a ser un prolongado trayecto por lo que se puso en una posición más cómoda para ver.
En su mente aun no se encontraba ningún tipo de orden, las cosas tenían que salir a su manera y poder cumplir sus expectativas o todo su esfuerzo se iría a la mierda, nunca antes había sentido tantos deseos de que todo salga bien, nunca había deseado tanto algo en realidad. El colectivo se detuvo por un típico tráfico del centro de la ciudad, nuestra ensombrerada maldijo mentalmente a todo ser existente y por existir en este universo, era el momento menos indicado para que pasaran esos tipos de percances, suspiro pesadamente y checo su celular, lo bueno de asunto era que tenía mucho tiempo aun por lo que su preocupación bajo considerablemente, miro hacia la fuera donde se encontraba un enorme colegio donde ya habían salido los de la mañana pero los rebeldes de la tarde aun se encontraban en ese infierno viviente, ahí pudo observar en la entrada de este a dos tipos de traje negro y lentes oscuros caminando raramente, como si estuvieran en cámara lenta, pero sin dudas se veían muy kuul, por el auditorio habían personas entrando y saliendo y en la entrada de este se podía apreciar un gran cartel que decía en unas coloridas letras: HOME COMING!, en el patio de estaban las chicas plásticas, corrección: porristas en su práctica con sus uniformes azules cortos y por ende la mascota, que casualmente era un perro, también estaba ahí, de la nada unos tres estudiantes se aventaron, atacaron y tumbaron a la botarga y un cuarto alumno camino tranquilamente hacia ellos, le pateo con desinterés la cabeza y con la misma paso de largo, las chicas aun seguían en lo suyo porque lo que no ayudaron a su compañero de animación ni mucho menos a los otros tres tipos tirados. Nuestra protagonista se empezó a carajear hasta el punto de casi mearse ante la última escena, causando la atención de todos en el colectivo, incluso la del conductor, ella se dio cuenta de que estaba avanzando, por fin el trafico por fin se había disuelto y agradeció a su santo Jaimito Costanera por el milagro, llegando a su casa le pondría una veladora en su honor.