El hombre de ojos esmeralda

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El viento era brutal aquella noche, los árboles se sacudían de un lado a otro, desprendiendo hojas a cada segundo, hojas que salían disparadas por el piso y topaban con los pies de los transeúntes, todos ellos tan abrigados como exploradores del Polo Norte. Maldecía interiormente el estar parada en medio de ese caos, ciertamente era inusual ver aquel espantoso clima en la ciudad. Tenía frío y solo deseaba tomar algo caliente, en eso divagaban mis pensamientos: en llegar a casa y ver una película, olvidarme del asqueroso día en mi trabajo. Olvidar era todo lo que quería.

―¿Me podría decir la hora, por favor? ―Le escuche decir a alguien a mi lado, a lo que asentí, algo sacada de mis casillas

―Son las 9:45 ―le informé, mirando al dueño de aquella voz que me agradecía en silencio: era un hombre alto de cabellos cafés, ojos color esmeralda y piel tostada por el sol, vestía un largo abrigo color negro con botones en la parte delantera y una larga bufanda color rojo. Lo observe, fascinada, sus manos se apretaban en sus bolsillos y su mirada se perdía más allá de la oscura y solitaria calle. Me pregunté qué estaría haciendo por ahí, en un distrito de oficinas cuando él no lucía como uno.

―Oh, no, ¡maldita sea! ―grite al notar que mi autobús salía en ese momento, él se giró hacia mí pero no dijo nada. Temblé al sentir el fuerte viento empujando mis ropas, aquella mañana no había salido con más protección que un apestoso abrigo y la vestimenta usual de oficina. Noté como él me miraba a intervalos, ¿qué estaba haciendo ahí?

Suspiré, imaginando que quizá esperaba a su novia, la imagen de una mujer hermosa me vino a la cabeza. Alguien tan atractivo como él debía tener a alguien igual de hermoso, Sin embargo, y pese a mis sospechas, lo vi acercarse a un hombre más delgado y bajo que él, de cabello negro y ojos afilados. Observé como lo abrazaba con gusto y besaba su cabeza y más tarde sus labios. Él otro pareció enojado a lo que el lindo hombre de ojos esmeralda sonrió, estrechándolo entre sus brazos, luego se quitó la bufanda y la enrolló en su cuello.

Poco después los vi marchándose mientras caminaban por la oscura calle, a veces las cosas nunca son lo que parecen, me dije.




¡Hola! Espero que les haya gustado esta pequeña historia, le escribí de repente un día que mi ciudad estaba justo así

En mi mente, Mikasa está narrando la historia UuU

Un abrazo

Katherine


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