El asesinato de la casa de los Verdingham (Parte 1)

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En los siglos XIII-XV había una familia que eran ricos: Josef de Austria y Theresa de Verdingham, poseían todo lo que querían y entonces se mudaron a Valle de la Verdad conocido actualmente como Valle Poderoso. Pocos días después, la mudanza ya estaba hecha. Y empezaron a convivir junto a sus sirvientes: Cristian Amsterdam era el jardinero, Jorge Berlín era el mayordomo y María Loise era la cocinera. Al siguiente día se dieron cuenta de que no eran los únicos en el Valle de la Verdad, porque había una casa a pocas millas de los Verdingham, eran la familia Palatzio y se murmuraba que era una família de mucho saber, si tenías algún secreto, la señora Palatzio lo acabaría descubriendo. El señor Palatzio no hablaba con nadie ya que era un tipo serio, soso, aburrido... con una cara que si lo mirabas por las noches parecía que vieras a un monstruo y no a Palatzio. La señora tenía aspecto carismático, era muy estricta con la limpieza veía una mancha, y decía:

-¡Ay señor! ¡Qué mancha por Dios!, tengo que limpiarla.

Al cabo de un mes, los Verdingham invitaron a los Palatzio a una comida, en su casa para presentarse. En la entrada había una lámpara de cristal, la casa estaba llena de ángeles pintados en las paredes, en el comedor había una mesa larguísima con un montón de sillas bañadas en oro, la habitación de matrimonio, constaba de una cama grande con sábanas de seda y dos mesitas de noche...

Las habitaciones del servicio: La del mayordomo, que era muy espaciosa; la del jardinero, donde estaba todo sucio por estiércol, cosa que todo el mundo consideraba muy guarra; y en otra zona estrecha, estaba la habitación de la cocinera. Ella tenía un vestido azul encima de la cama, puesto que era la más limpia de todas.

Después de enseñarles todas las salas y habitaciones, los vecinos se fueron al comedor, se sentaron en las sillas y les sirvieron vino de Burdeos, faisán cocido con manzana, unas galletas con paté, espaguetis con salsa de chocolate, pastel de naranja y kiwi con azúcar fundido.

Por la tarde mientras tomaban el té con galletas, les llamó un mendigo que les preguntó por un hombre llamado Montavad. No sabían quién era, pero lo hicieron pasar para que comise. El hombre estaba impresionado con la casa. De hecho miraba todos los objetos, desde los collares que lucían las mujeres, hasta los trofeos de Cricket pasando por jarrones y copas de decoración. Más tarde el mendigo se fue. Durante la noche los Palatzio, tenían que regresar a su casa, y por ese motivo se despidieron. Diciendo:

Señores Palatzio: Lo hemos pasado muy bien, esperamos que se encuentren a gusto en este vecindario.

Señores Verdingham: Gracias, ya nos veremos.


CONTINUARÁ...

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⏰ Última actualización: Mar 20, 2016 ⏰

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