Coleccionista de Muñecas Rotas

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Como si algún recuerdo pugnara por salir fuera de una pequeña caja. Y yo podía sentir los torpes y lentos movimientos de ese algo. Una simple pista bastaría. Si estirara de un hilo, todo se desembrollaría con facilidad. Estaba esperando a que yo lo desembrollara. Pero yo no atinaba a descubrir ese hilo delgado...

Porque si tomaba el equivocado, todo podría ser un desastre.

Pero si alguien preguntaba por desastres, todos apuntarían en mi dirección.

Las personas no suelen tomarse tiempo en reparar las cosas que están dañadas. Prefieren desecharlas y buscar un remplazo. Algo mejor. Pero, algunas veces, la belleza no está a simple vista y solo hace falta pulir un diamante en bruto.

Yo iba en busca de ese desperfecto que pudiera hacer perfecto.

Y todos los hilos en mis manos eran una muestra de ello.

Podías preguntarle a Kennedy, que con su brazo faltante fue desechada sin una segunda mirada; mientras yo la devolví a la vida con un brazo nuevo y reparando sus hilos.

O tal vez a Rose, que aun cuando se viera como la muñeca perfecta con sus rizos rubios y ojos azules fue dejada a un lado cuando el hilo de su pie izquierdo se vino abajo, ocasionando que la pequeña pieza de porcelana fuera imposible de restaurar. No reemplacé su pie, había algo que la hacía más realista de esa manera pero ella aún seguía moviéndose con la gracia que yo la animaba a continuar.

Algunas cosas no hacen falta que sean hermosas a simple vista, solo basta con hacérselo saber.

Mi especialidad era ver la belleza en los ojos descartables. Es muy fácil deslumbrarse por una muñeca perfecta pero...

¿Cuál era el reto en eso?

Manejarla a tu antojo, mover sus frágiles hilos, decidir cuando has tenido suficiente. En algún momento todos terminan su vida útil y la belleza ya no parece ser tan importante. ¿Por qué buscar un prototipo si podemos encontrar todo tipo de cosas hermosas?

Los demás observan tus creaciones, creyendo que son mejores porque las suyas no tienen desperfectos. ¿Y qué? Al final todos hacen lo que deseas solo porque sus acciones están en tus manos. Si pudieran cortar sus cuerdas solo correrían en la dirección opuesta, sin mirar atrás en la mínima oportunidad que tuvieran.

Yo les enseño que son algo más que una fría pieza de porcelana.

Cuando observo a las demás muñecas desenvolverse como si fueran superiores, solo pienso en que es un reflejo a su titiritero. El desdén y el odio no nacen por cuenta propia sino son inculcados por los más allegados.

Y sabía que el tiempo de aquella muñeca de cabello rojo como el fuego y ojos tan verdes como la naturaleza, estaba cerca.

Ella siempre se dejó manejar por él. Sin tener otra opción más que internalizar lo que él le había inculcado desde su creación. La superioridad con la que la había sumergido a nuestro mundo, sabiendo que era la perfección y que todos la envidiarían. Dejándoles saber a los demás que nadie estaba a su nivel.

Sobre todo las muñecas rotas.

Maryleen era una muñeca que había sido diseñada para saber qué espacio ocupaba y en qué lugar se encontraba. Había sido enseñada a interactuar con seres que no fueran inferiores y muy pocos él consideraba que estuviesen a su altura.

Su existencia consistía en ser solitaria. Él no prestaba más atención de la necesaria y no dejaba que nadie más se acercara sin su aprobación. Maryleen debía ser cuidada porque era perfecta.

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