Otro fin de semana que se impone y me obliga a transformar mis ganas en insectos Kafkianos. A esconderlas debajo de la cama para que no me ataquen en medio de una noche de viernes, una tarde de sábado o peor aún, en un atardecer de domingo.
Sólo tengo tus palabras ya viejas, tus imágenes que no son de hoy y mis fantasías siempre nuevas, y con eso debo armar mi refugio, mi plataforma de salto, mi red de caída, todo al mismo tiempo y en silencio, a "pasos de ciego", de ciego que nunca aprendió nociones de tiempo.Otro fin de semana que se impone y me obliga a transformar mis ganas en insectos Kafkianos. A esconderlas debajo de la cama para que no me ataquen en medio de una noche de viernes, una tarde de sábado o peor aún, en un atardecer de domingo.
Sólo tengo tus palabras ya viejas, tus imágenes que no son de hoy y mis fantasías siempre nuevas, y con eso debo armar mi refugio, mi plataforma de salto, mi red de caída, todo al mismo tiempo y en silencio, a "pasos de ciego", de ciego que nunca aprendió nociones de tiempo.
Y si se tuviese acá, en este viernes caluroso de apenas brisas y de agua refrescante para nadarla sin sutilezas, si te aparecieras ahora en esta cocina justo al lado de esta ventana y pegado a esta mesa, creo que te pediría que te quedaras mirándome por un rato para realmente entenderme. Rodeada de papeles, libros y listas de cosas para hacer y aún no hechas. El mate casi frío, la bombilla apuntándome y yo sin hacer otra cosa que escribirte y leer tus versiones ya viejas.
Sólo tengo tus viejas palabras, mi espacio de siempre y tu inacabable ausencia.
Fantasías marchitas tiñendo de gris ceniza el tiempo