La cumparsita

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Regresé a casa después de un largo día de trabajo en la oficina, aquel día hice algunos artículos sobre el trabajo de un pintor de alguna remota ciudad que no había escuchado, es la sensación en ventas por Internet y su obra es literalmente una lluvia de colores elaboradas con espátulas en vez de pinceles, abrí la puerta y de inmediato me quite los zapatos. Sentada frente a la computadora, me calenté tomando una taza con café y mandé los últimos documentos al correo de mi jefe, me respondió echando pestes a la lluvia porque no hacía más que destrozos en toda la ciudad y que entonces lo reenviara al editor.

Observé por la ventana y no era más que una ligera llovizna, tomé un baño y me preparé para salir, vi por última vez en el espejo como lucía el vestido de falda amplia y los zapatos de tacón de aguja, todo en color negro, mi cabello corto y oscuro que me hacían sentir mayor, cuando en realidad ese día cumplía treinta años, tomé el paraguas café y llamé un taxi afuera de mi edificio para que me llevará a la Giralda.

La Giralda era un café en el centro de la ciudad, cada fin de semana llegaban los músicos a llenar ese lugar con los más hermosos tangos, de aire alegre y bohemio; pero a mí me llenaba de melancolía al pensar en otro cumpleaños sin mi marido, recordé ese abrigo color madera que siempre usababa desde el día que lo conocí en ese café, nos gustaba tanto que fue nuestra recepción el día de la boda.

Entré y dejé la sombrilla,  fui directamente al baño a sentarme sobre la la tapa de la taza cerrada y recargué mis brazos cruzados sobre mis rodillas para resguardar mi cabeza y ahogar el llanto que estaba a punto de emerger de mis ojos, siempre volvía el mismo recuerdo de Francisco y el día en que un tipo trató de secuestrarme, mi esposo trató de defenderme, durante el forcejeo el bandido logró quitarle el abrigo, disparó directo al pecho y huyó, el hombre al que uní mi vida para siempre quedó tendido en el piso, estuve a su lado todo el tiempo, llegó la ambulancia y la policía por ambos, pero solo yo llegué a casa quedando viuda dos meses después de la boda.

Salí y vi a María, mi mejor amiga sentada, nos saludamos y me senté frente a ella.

-¡Mesero! – gritó María con un brazo levantando- queremos copas toda la noche y un amante vigoroso para mi amiga que hoy cumple años.

-María que rayos pasa contigo- le digo furiosa y sentí como mi cara se calentó- tomé una copa rápidamente y me relajé un poco.

-Tranquila, estamos aquí para celebrar – dijo observando la ventana – odio la lluvia, siempre hace que mi ropa se pegue y me sienta desnuda.

- Veo que alguien ya empezó a celebrar sin mí, ¿Cuántas copas llevas ahora?

- ¡Aghh! Adoración, necesitas un hombre en tu cama lo más rápido posible, mira ese de allá, está buenísimo, ojala venga con algún amigo.

Giré la cabeza y vi a un hombre que acababa de llegar, no era muy guapo, pero era joven y eso era un punto a su favor, hay algo que me resulta familiar en él, pero no sé que es, el tipo volteó hacia nuestra mesa y giré evasiva.

-Oye sé que aún extrañas a Francisco y que fue un golpe muy duro para ti -dijo María con una voz lastimera pero sincera- pero ya es tiempo de que te recuperes y disfrutes tu vida, un poco de diversión a los treinta es indispensable.

-Tienes razón- contesté- seguiré tu consejo pero nada de hombres en mi departamento.

-¿Prefieres un hotel?- contesta María y ambas nos echamos a reír.

Volteé a ver en donde se sentó el sujeto que había visto hace un rato y en menos de unos minutos se acerca a mí.

- Buenas noches... sabe creo que ya la había visto antes, ¿le gustaría bailar conmigo?- me dijo tratando de cautivarme y ofreció su mano invitándome a bailar, titubé por un momento pero finalmente acepté, solo por darle el gusto a mi amiga, me levanté y escucho las risas de María detrás de mí convertirse en una mirada de asombro.

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⏰ Última actualización: May 03, 2016 ⏰

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