1.Una Misma Adolescencia
Una joven, que estaba en esa edad adolescente en la que se empieza a descubrir el mundo y el corazón, un buen día encontró un poema -probablemente de amor- que la sorprendió, le gustó..., acaso le abrió horizontes. Supuso todo un hallazgo y una emoción nueva. Seguramente era el primer poema que leía de forma voluntaria. Anteriormente ya había memorizado versos para recitar en clase o trabajo con ellos como objeto de estudio lingüístico, pero ignoraba que existieran poemas al margen de la asignatura de lengua. Fue todo un descubrimiento, que al principio la desconcertó. Nunca había imahinado que le pudiese apetecer leer poemas por sí misma. Pero aquel texto, que había encontrado casi por casualidad, le gustó. Así que, ese buen día, me dijo: 《¡Mira!》. Miré. Allí estaba aquel poema, que sostenía entre sus manos temblorosas, como si fuese un gorrión asustado.
《Sí. Es bonito》, le contesté. Se trataba, efectivamente, de un poema de amor.
《¡Quiero más!》
《¿Qué?》, dije, sorprendido.
《¡Quiero más poesías como ésta!》
El poema en cuestión, que aquí se reproduce, no figura en ninguna selección rigurosa, canónica, repetitiva de las mejores poesías, ni pertenece de la literatura; tampoco es muy original, ni asombra por sus imágenes.
Pero ese poema tenía -tiene, tuvo en ese momento- algo muy superior: fue capaz de emocionar, de enganchar, de arrastrar a la poesía a alguien para quien la poesía apenas era, hasta entonces, un jeroglífico, una pequeña tortura escolar, no muy distinta a la de un complejo problema matemático.
《¡Quiero más!》,repitió
Y me asusté.
Rebusqué en mi amplia biblioteca poetica y, finalmente,no le entregué ningún libro. Era, más temerario, una arma de doble filo.
Sabía que en ciertos libros podría hallar dos o tres poemas sueltos que tal vez le gustaran y alentasen su incipiente afición poética; pero sabía también que junto a estos poemas habría cuarenta o setenta sin ningún interés para ella, que, probablemente, mermarían su ocasional y todavía frágil devoción por la poesía.
Recuerdo que cuando era aún esrudiante de Bachillerato sompré Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana y Antología de la poesía romántica española. Fueron los dos primeros libros que adquirí con mi propio dinero. Aún no he olvidado aquella sensación: impaciente, empecé a hojearlo, me sumergí en sus páginas una y otra vez, ansioso, confuso, y muy pronto me llegó el desencanto.
《¿Qué he conprado?》, me reproché en aquellos momentos.
《¿Que me esperaba?》, digo ahora.
Me sentía timado. Así de claro. Había poemas muy largos, con historias absurdas, que mejor hubiese sido que los autored contaran en prosa (eso pensé entonces). Y había otros que estaban llenos de referencias extrañas, que me dejaban tan confuso como frío; al margen de otras dificultades de contenido y estilo.
De aquellos dos centenares de poemas, apenas si subrayé unas pocas rimas de Bécquer, algún poema muy sonoro de Espronceda, romances aislados, dos o tres sonetos que medio entendía y versos sueltos. Nada más.
Pero no me eché atrás. Mi afición por la poesía era profunda; así que proseguí buscando, rebuscando a contracorriente. En cada libro hallaba, con suerte, algunos poemas aislados que me interesaban. Los demás, sobraban. Los veía como una especie de hojarasca incómoda por la que debía internarme para llegar a mis poemas favoritos. Era como superar la prueba del laberinto.
En fin, ¡recuerdos de juventud!
Pero ¿por qué hablo de todo ello?, te preguntarás.
No es mi intención contarle mi vida. Sin embargo, estas dos anécdotas personales tienes mucho que ver con el libro que tienes entre sus manos. En ellas está su origen. Ya ves: dos historias paralelas y separadas por muchos años -que representan una misma adolescencia- se han juntado en el tiempo y en el espacio.
Cuando aquella muchacha, que es mi hija, me dijo: 《¡Quiero más poesías como ésta!》, busqué el libro que me pedía, y al darme cuenta de que no existe (al menos, yo no lo conozco), se me ocurrió realizar esta antología.
Quería que fuese un libro diferente, tanto por la orientación de los poemas como por sus ilistraciones. Y llamé a Ágatha Ruiz de la Prada, una diseñadora de moda con un tipo de ropa original para adultos, deliciosa para niños, y fresca y divertida para los jóvenes. Aunque en España hay excelentes ilustradores de prestigio internacional, Ágatha, que tiene ese perfume atrevido de corazón fucsia, era la persona adecuada para llenar de corazones un libro de poemas de amor nada convencional ni académico, que se ha de leer por placer, llevar con orgullo, como una conquista, y paladear despacio.
Los editores por otra parte, apoyaron esta idea osada con mucho cariño, y aquí está, por fin, ese libro, que es el que me habría gustado tener cuando yo era un adolescente confuso y soñador que empezaba a aficionarme a la poesía y al amor.
Me ilusionaba que llegara el día en que pudiese decir a aquella joven entusiasta y desorientada: 《¡Toma, aquí está el libro que me has pedido!》.
Posteriormente, en mi encuentro con cientos de chicos y chicas de varios colegios, he comprobado que, sin pedírmelo expresamente, ellos también lo estaban esperando. Gracias.
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De Todo Corazón 111 poemas de amor
RandomUn libro de José María Plaza. De todo corazón es una antología de poemas de amor, dividida en tres partes: la primera abarca casi todo el siglo xıx, con el Romanticismo y el Modernismo como tendencias dominantes; la segunda transcurre entre los ulti...