Capítulo Único

540 74 22
                                    

El anaranjado cielo del atardecer nos cubría mientras nosotros nos amábamos sin control, sin temor. Aquel tiempo era magnifico e inigualable, ya quisiera yo volver a esa época pero se me es imposible. Todo lo que me diste me hizo verdaderamente feliz, incluso feliz soy si logro recordar, aunque sea un poco, nuestra cursi historia de amor: Nuestra vida era rosa, como el amor; nuestros días eran rosas como las hojas del cerezo, como mis mejillas cuando me decías lindos cumplidos, o me dabas esos descarados besos en públicos que causaban a más de alguna persona repulsión, menos a nosotros que sólo nos amábamos con fervor. 

Aún recuerdo el día, el gran día; el más feliz de mí vida. Como si hubiera sido hace unos cuantos días.

—Amor —me llamaste con tu ronca voz. Yo solo contemplé tu hermosa sonrisa, con esos hermosos hoyuelos que amaba tocar—, ¿puedes venir un momento? Tenemos que hablar.

Te obedecí de inmediato, yo presentía que eso iba a pasar; y me ponía más nervioso, mis manos temblaban, mi labio temblaba y mi mirada se desviaba a cualquier lado para que no notaras lo nervioso que estaba, jugaba con mis dedos y tú tomaste mi rostro con tus agraciadas manos para que fijara mis ojos en los tuyos.

Conectamos miradas y con tan sólo una supe que pasaríamos a un nivel más alto pero no quise ilusionarme y dejé ese pensamiento muy alejado de mi ser; esperando a lo que fueras a decir. 

Me besaste lento, pausado, con cariño: cerrando los ojos y con mis manos enredadas en tu cuello me dijiste cuánto me amabas, estaba feliz como nunca antes en toda mi vida. Sacaste mis manos de tu cuello y las tomaste con delicadeza a la par que te arrodillabas y levantabas tu mirada conectada con la mía, me sentía amado y querido por la persona a la que más he amado en todo el mundo.

Sacaste una pequeña cajita de terciopelo rosa y yo sonreía, me conocías tan bien; incluso mejor que yo. Pequeñas lágrimas rebeldes se asomaron por la comisura de mis ojos y tú tenías esa estúpida sonrisa que amaba. Sin esperar más lo dijiste:

—Kim SeokJin, amor —hablaste recalcando ese "mí" receloso. Mi corazón latía a mil por segundo, podría haber jurado que se me iba a salir pero no fue así; el estar contigo me lo impidió—. ¿Aceptas a éste tonto que rompe cosas con sólo tocarlas para pasar el resto de tus días, y los míos, como tu amado esposo?

Cuando escuché esas palabras salir de tus perfectos labios no pude aguantar más y estallé en lágrimas de felicidad, me agaché para quedar a tu altura y besé tu rostro y labios con demasiada pasión. Tu reíste de felicidad mientras yo seguía repartiendo besos en tu rostro.

—Acepto, Acepto, Kim NamJoon —dije repetidas veces. Tu tomaste mi mano izquierda y la besaste con amor, sacaste el bello anillo de oro rosado y nos levantamos del suelo.

—Hay una tradición china, Jinnie —me hablaste, juntando nuestras manos izquierdas, palma a palma. Yo te miraba expectante, sin perder ningún movimiento—, que dice que cada dedo representa la familia: el índice, los hermanos; el meñique, a los hijos; el pulgar, a los padres; el de en medio, a ti; y el anular, a tu pareja. Los chinos juntaban sus manos palma con palma, luego llevan hacia dentro los dedos del medio —mientras hablabas hacías lo que decías—, que nos representan a nosotros; apoyándolos el uno con el otro, luego intentas separar los dedos restantes.

Hiciste una pausa mientras intentabas separar nuestros dedos índice, pulgar, meñique y anular, pero con aquellos últimos no podías no se separaban.

—Como ves, mi Jinnie —me llamaste—, nuestros dedos anulares no se separan. Los chinos creen que, como el anular representa a tu pareja, estos no se pueden separar porque están destinados a estar juntos toda la vida. ¿Estás dispuesto a pasar toda la vida conmigo?

I LOVE YOU ➵NAMJINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora