Tras haberse operado sus pechos Alison Martínez había saltado a la fama. No a ese tipo de fama que todos conocemos, esta era ficticia. Ella siempre soñó con ser modelo y ahora se dedicaba a posar en fotos abrazada a desconocidos.
Aquel contacto con cuerpos sudados y fétido olor dentro de convenciones de cultura pop la hacía sentirse superior a los demás mortales. Todos morían por tomarse una foto con ella para luego taggearla en las redes sociales de moda.
Alison, luciendo su nuevo y prominente escote, había escalado hasta donde siempre deseó pertenecer: La llamada Elite del Cosplay Nacional. Ahora era jurado en los concursos de atavíos, realizaba viajes al interior del país como personalidad invitada, firmaba y vendía fotos de ella como si fuera Miley Cyrus. También se sometía encantadora a los cientos de flashes de las cámaras de los adolescentes desesperados por retratarla.
Su madre todo el tiempo le preguntaba ¿Cuándo iba a madurar? ¿Cuándo dejaría de disfrazarse? ¿Qué era el cosplay? Alison, resignada le soltaba la misma respuesta desganada: El cosplay es una palabra inglesa que deriva de la fusión de costume con play, se trata de hacer tu propio vestuario y teatralizar al personaje encarnado. La madre terminaba por suspirar fastidiada. Su hija se creía famosa por disfrazarse mientras dentro de su heladera descansaba un asqueroso medio limón chamuscado y dos botellas de agua.
Alison era dueña de una doble vida, los fines de semana se convertía en super heroína sexy poniéndose trajes ajustados, pestañas postizas, pelucas importadas y mucho maquillaje, mientras el resto de los días su vida era miserable. Ella odiaba esperar el colectivo y viajar comprimida como dentro de una lata de sardinas, aborrecía a su rechoncho jefe y a las arpías de sus compañeras de trabajo. Pero estaba segura que lo que realmente detestaba eran los sermones de su madre Claudia. Ella le había dado el ultimátum una tarde cuando abrió la puerta del baño de sopetón y la encontró tomándose sensuales selfies. Ya estás grande para eso, tienes treinta y dos años, le había dicho soltando el humo del cigarrillo que fumaba. Alison dejó de hacer caras extrañas frente al vidrio y salió arrastrando sus pies. Tenía casi cien mil suscriptores en su canal de youtube, miles de Like en su fanpage de facebook y cientos de seguidores en twitter, cada vez que se sentía mal colgaba vídeos contando sus miserias, llorando cuan mártir mientras su delineador negro se corría por sus pómulos. Ella se consolaba leyendo las vanas adulaciones de sus seguidores, frases motivadoras, tontos elogios. Su vida era una farsa.
***
Alejo Fuentes era un niño dentro del cuerpo de un hombre. Cuando reprodujo el vídeo de Alison Martinez en su notebook usada sintió lastima, quería ir hasta donde sea, buscarla, encontrarla y confesarle sus más puros sentimientos. Aunque tenía en claro que no lo haría, era un cobarde. Alison jamás repararía en él, no era digno de ella. Alejo era petiso, algo subido de peso y usaba anteojos estilo hipster para imponer respeto, pero su camiseta con la estampa de Ralph Gorgory rezando la leyenda: ¿Por qué todo el mundo huye de mí? No lo ayudaba. Por lo menos aquel día no había utilizado la de tu - tu- tu eres el elegidoooo... El trenecito que salía en la imagen producía escalofríos al amoldarse a la figura de su barriga.
Alejo se auto proclamó el fan incondicional de Alison Martínez. Asistía a todos los eventos donde ella contaba que estaría cada fin de semana, se acercaba a pedirle una foto, la abrazaba con ansias por la cintura y luego la veía alejarse sin mirarlo a los ojos. Aun así estaba obnubilado, la amaba.
Alejo se echó atrás un mechón de cabello castaño que bajó por su frente grasosa y se rascó su aplastada nariz antes de dejarle un comentario a su más admirado tesoro. Alison nunca le respondía, aun así no perdía sus esperanzas. La marcha imperial de la película Star Wars lo sacó de su ensoñación. Su teléfono Celular sonaba. Alejo se levantó frenético de su silla y se golpeó la cabeza con su estantería de libros de ciencia ficción. Un peluche de tamaño escala del maestro Yoda rebotó sobre su cabeza antes de tocar el piso alfombrado de verde manzana. Atendió sin desenchufar su aparato del cargador, masajeándose el cráneo. Desgraciadamente no tenía batería y tuvo que pegarse a la pared para poder hablar cómodamente.
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Conecta2
RandomUn cantante de rock que lucha por emerger del under. Una cosplayer sexy que se cree famosa por vestirse de personajes populares. Un friki amante del cine, los comic y super fan de star wars. Un youtuber popular medio engreído. Una blogger bastante...