Capítulo 1: VALOR.

23 1 2
                                    

Es un cálido día de verano en la ciudad. Muchos niños se encuentran afuera de sus casas jugando con globos de agua y chapoteando en sus albercas inflables. Todos lucen muy contentos y felices... Excepto un chico...

Dentro de una casa azul, dentro de una habitación, se encuentra un niño de unos doce años de edad, de cabello castaño oscuro y ojos cafés, acostado en su cama con los cobertores hasta su cuello. El chico luce muy pálido y tose de vez en cuando.

- Mamá... - El niño intenta alzar la voz, pero su garganta está muy dañada y él está demasiado débil como para hacerse escuchar. - ¡Mamá! - El chiquillo hace un último esfuerzo en llamar a su madre y ésta parece haberle escuchado cuando aparece en la puerta.

- ¿Qué pasa, Sora? - Pregunta una mujer de unos treinta y cuatro años de edad. A pesar de eso, su cabello -el cual es de un hermoso color castaño- no reluce ninguna cana. - ¿Se calentó?

El niño asiente con una mirada afligida y sus mejillas enrojecidas. La madre se acerca a la cama de su hijo, retira el paño húmedo que llevaba el chico en la frente y la remoja en un trasto con agua que está a un lado de la cama, sobre una mesilla montable pequeña para, después, volverle a colocar el paño en la frente.

- ¿Se siente bien? - Pregunta la mujer. - ¿Está muy fría?

- No, se siente bien... - Responde Sora con una pequeña sonrisa. - ¿Dónde está papá? - Pregunta al mismo tiempo que cambia su expresión a una un poco más seria.

- Sigue en el trabajo, no tardará en llegar. - Acerca su mano derecha a su hijo y comienza a acariciarle la cabeza muy suavemente. - Intenta descansar, ¿si?

La madre se levanta y le da un beso en la cabeza al chico, después se dirige a la puerta y sale de la habitación. Sora, por su parte, se queda en cama, bajo la protección de las cobijas. A pesar de estar haciendo unos buenos treinta y dos grados centígrados afuera, él siente como si fueran menos de diez grados y se tapa completamente con las cobijas para poder calentarse.

El enfermo niño quisiera estar afuera en estos momentos. El verano es una de sus estaciones favoritas del año. Pero, debido a su enfermedad, a penas y puede salir de la cama para ir al baño y darse una ducha para después volver a acostarse.

Tiene más de diez días que no va a la escuela y aunque al principio fue bastante comprometedora esa idea, ahora se le hace fastidioso. Piensa en querer ver a sus amigos de nuevo y en cómo las tareas no dejarán de juntársele... Esto, para él, ya no es nada lindo. Pero no puede hacer nada al respecto más que tomarse sus medicamentos e intentar evitar exponerse al frío por mucho tiempo porque eso puede empeorar su estado...

Sora recuerda su visita al doctor hace dos semanas atrás, fue cuando supo en verdad qué era lo que tenía. El médico dijo que padecía de leucemia mieloide crónica. Desde entonces, no han parado de hacer consulta tras consulta en el hospital para hacerle diferentes tipos de exámenes y tratamientos, y Sora ya se siente cansado de todo aquello. Quiere ser un niño normal otra vez, quiere salir a pasear en su bicicleta e ir a jugar maquinitas con sus amigos a la arcadia que está a unas cuadras de su casa.

Quiere volver a ser el mismo que era antes de que esa enfermedad se apoderara de él...

Abajo, en la cocina, se encuentra su madre sentada en una silla frente a la mesa, revisando varios papeles que lleva en manos. Esos papeles son recibos, docenas de ellos se encuentran dispersados sobre la mesa, con sus números remarcados en tinta negra que hacen poner más nerviosa a la pobre mujer.

Suena el teléfono, la mujer sale de aquella pesadilla que se estaba comenzando a armar en su mente para, luego, dirigirse al aparato y presionar el botón para contestar.

La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora