Capítulo 4

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Bajo las escaleras de mi casa rumbo a la cocina, encontrándome con Dee, la cual está bebiendo un café. Le sonrío, ella me sonríe de vuelta y le beso la mejilla antes de tomar mi desayuno y empacarlo.

—¿No desayunarás aquí hoy? —pregunta, claramente confundida, yo niego con la cabeza.

—Debo irme, me quedé dormida y si no me apresuro no conseguiré el autobús para llegar a tiempo.

Dee asiente con una leve sonrisa.

—Que te vaya bien.

Le sonrío, me despido con la mano y salgo de la casa.

Al atravesar la puerta y cerrarla, el frío mañanero de Chicago me estremece, esta vieja bufanda y este abrigo desteñido ya no me abrigan lo suficiente. Pero eso es sólo una parte de lo que siento, comparado con la sorpresa que me llevo al encontrar a Host, recargado en la pared de mi porche y fumando un cigarrillo.

Me espanto al verlo, porque por un segundo pensé que podría tratarse de alguien que quisiera hacerme daño. Me coloco la mano en el pecho y suspiro, intentando regular mi ritmo cardíaco ahora acelerado por la sorpresa.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, él expulsa el humo del cigarrillo a través de sus labios antes de lanzarlo al suelo y apagarlo con su bota de cuero.

—Te dije que iba a estar siempre cerca —contesta, ruedo los ojos y reinicio mi camino por las aceras hacia la parada de autobús.

—No tomarás el autobús —dice él, ahora a mis espaldas.

Volteo y lo observo confundida.

—¿De qué hablas? Siempre tomo el autobús o no llego a tiempo.

Él se encoge de hombros.

—Es peligroso, yo te llevaré.

Hago una mueca de desagrado, y entoces río.

—Yo paso —contesto, con la intención de volver a mi idea principal, pero él me toma del brazo y me detiene.

Volteo, la mirada en sus ojos verdes me desafía de inmediato.

—No es una opción.

El tono de su voz me molesta. Sin embargo, recuerdo en todo lo que me ha estado a punto de pasar los últimos días y me rindo, rodando nuevamente los ojos y suspirando. Host me indica que lo siga con la cabeza y se da la vuelta para caminar frente a mí, lo sigo y en pocos segundos mete la mano en su bolsillo y saca las llaves, desbloqueando un auto que ni en mis sueños yo podría tener.

Me quedo pasmada mirándolo, es color rojo intenso y está en perfectas condiciones. El trabajo de guardaespaldas seguramente ha de ser bien pagado. Host abre la puerta del copiloto, y luego se recarga sobre su brazo en el techo del auto, haciéndome un ademán su mano libre indicándome que suba.

Me quedo viéndolo a los ojos unos instantes, la tensión de su mirada me produce rechazo, su prepotencia podría sentirse a kilómetros de distancia, es como si realmente disfrutase de verme molesta con su actitud.

Desvío la mirada, y subo. Los asientos son de piel color tierra, y por dentro tiene un agresivo olor a menta. Él cierra la puerta y luego rodea el auto para subirse en el asiento del conductor, introduciendo la llave y haciendo rugir el motor poco después. Ambos nos colocamos el cinturón de seguridad, pero luego el voltea a mirarme, formando una leve sonrisa de labios juntos en su rostro.

—¿Qué? —pregunto, sin saber la razón por la que me está mirando.

—Sostente —contesta, frunzo el ceño confundida, pero en cuanto pisa el acelerador a fondo entiendo a lo que se refería.

La ProtegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora